V. Silván / ICAL Corría el siglo V a.C. cuando un soldado griego llamado Filípides recorrió la distancia de 48 kilómetros que separaba la ciudad de Maratón con Atenas, para anunciar que los griegos habían ganado la guerra contra el Imperio Persa. Muchos siglos después la historia del esfuerzo militar sigue viva en el Camino de Santiago, como han demostrado un centenar de alféreces de la compañía ‘Gran Capitán’ de la Academia de Infantería de Toledo “corriendo” los 700 kilómetros que separan esa ciudad de Santiago de Compostela.
Los militares cruzaron la pasada semana Astorga y El Bierzo a la carrera y con mochila a la espalda en su particular recorrido jacobeo, con relevos por grupos cada 30 kilómetros. “Somos de la Academia de Infantería de la compañía ‘Gran Capitán’ de alféreces, de quinto curso de formación de oficiales que celebramos el fin del plan de estudios con esta prueba, una carrera de Toledo a Santiago por relevos”, explicó el comandante Javier González Calderón.
Una idea que surgió hace meses de los mandos de la compañía con el objetivo de “poner la guinda” a esos cinco años compartidos y que también sirve para comprobar la fuerza, la resistencia y el sacrificio de este grupo de militares, que también persiguen en su camino hacia la capital compostelana la protección del apóstol Santiago, de cara a los riesgos que tendrán que afrontar en su carrera militar y las distintas misiones que les encomienden.
“No lo hacemos con un sentido religioso, pero cuando estemos ante el apóstol pediremos que nos proteja porque siempre está bien, toda protección es buena”, añadió el comandante Calderón, que señaló que es el primer año que se hace y que, tras salir de Toledo, pasaron por Salamanca para después tomar el Camino francés en Astorga, donde ya continuaron la carrera como auténticos peregrinos, alojándose en albergues y acuartelamientos.
Los cordones rojos
Cuatro días de marcha y 700 kilómetros a sus espaldas, para entrar todos juntos corriendo en la plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela. Es el momento para una foto de grupo y abrazar después al apóstol, al que le realizaron una especial ofrenda que sirvió de enlace entre la plaza de Armas de su academia militar y la plaza gallega, donde cantaron el himno de Infantería, antes de acudir a la misa del peregrino.
Y es que en esa plaza es donde es más fácil reconocer la diversidad de gentes y de historias que se mezclan en el Camino de Santiago, aunque todos con el mismo objetivo, alcanzar la catedral y estar frente a frente del apóstol. Desde que son cadetes, estos militares llevan unos cordones rojos, que van del cuello al hombro sobre su uniforme, y que entregaron como ofrenda.
“El objetivo es ofrecer al apóstol las cadeteras o los cordones rojos que llevan sobre el pecho durante los cinco años de formación académica”, indicó el comandante Calderón, que destacó que esta carrera a Santiago también ha servido “para forjar cuerpo y alma” y para estrechar “aún más si cabe” los lazos de unión de estos militares, compañeros y miembros de una misma promoción y que ahora se despiden para recibir en Zaragoza el “ansiado y merecido” Real Despacho de Teniente.