Las damas romanas pasaban horas delante del espejo, con sus criadas atendiendo piel, cabello y rostro para lograr un aspecto deslumbrante, porque a la mujer romana le preocupaba mucho la belleza, sobre todo la tez muy blanca en la cara, escote y brazos. Como no había espejos, se pulía el metal para que las mujeres patricias pudieran ver su reflejo en él, sobre todo en bronce, aunque también de vidrio laminado con plomo. El maquillaje era muy importante en el antiguo Imperio Romano.
El cuidado de la piel era muy importante para las mujeres de clase alta, y en torno a él se desarrolló un arte del maquillaje no menos sofisticado y lujoso que el de nuestra época. La asociación Caetra Lucensium trae hasta la capilla de San Esteban de Astorga material que reconstruye un tocador de clase alta de una mujer romana, cremas, tocados, sombras y perfumes que utilizaban las mujeres patricias para denotar su status. La exposición podrá visitarse este domingo de 16,30 hasta las 18,00 horas.
Los cosméticos se compraban en los mercados, o se elaboraban en casa con pequeños morteros, todos estos elementos, documentados en la historia, son los que se pueden contemplar durante dos días, con motivo de la fiesta de Astures y Romanos 2018.
Cuidado de la piel
La blancura de la piel era el supremo rasgo de distinción, por ello tenían polvos de arroz y de habas que les daban un tono más blanquecino a la piel. Pero además, la hidratación era de suma importancia, por lo que Caetra Lucensium ha traído hasta la bimilenaria un frasco de crema hidratante elaborado a partir de cera de abeja, aceite de oliva y agua de rosas.
Las mujeres romanas también se exfoliaban la piel antes de aplicar el maquillaje sobre el rostro o las cremas hidratantes sobre la piel. Para ello, había utensilios que eliminaban las pieles muertes, pero también cremas y ungüentos a partir de cáscara de nuez y ceniza o la misma piedra pómez que seguimos utilizando en nuestros días. Para extender el maquillaje y las cremas sobre el rostro, se utilizaban conchas de la playa, que actuaban como las esponjitas que tenemos hoy en día.
A las mujeres les gustaba resaltar sus pómulos coloreándolos en tonos rojos muy vivos, para lo que utilizaban elementos como el azafrán. El carmín de labios, también en tonos rojos muy vivos, se lograba con el ocre procedente de líquenes o de moluscos, con frutas podridas e incluso con minio. El carbón o las almendras quemadas servían para producir el color negro que necesitaban para delinear los ojos o pintar las pestañas ya que, según el ideal de belleza romano, la mujer debía poseer grandes ojos y largas pestañas. Para la sombra de ojos, generalmente negra o azul, eran imprescindibles la ceniza y la zurita.
Cuidado del pelo
Siempre nos hemos preguntado cómo podían las romanas de clase alta llevar esos intrincados recogidos. El secreto son los postizos de pelo, que luego se cosían con agujas de hueso al cabello y por ello podían llevar esos complejos peinados. Otro de los elementos con los que viajaba la mujer romana era veneno, un pequeño frasquito oculto entre las trenzas y pliegues del cabello que podía ser fácilmente extraído ante un posible enemigo. Para lograr los rizos que estaban de moda, tenían unos útiles metálicos, semejantes a las pinzas rizadoras de pelo de la actualidad que se calentaban y después se aplicaban sobre el cabello.
Además, una mujer romana siempre viajaba con su tabula cerata, que se utilizaba para mandar mensajes y luego se podia eliminar. Debido al alto coste de los papiros, este pequeño últil elaborado a partir de cera sobre soporte metálico y con un punzón, era muy apropiado para el envío de mensajes, la documentación de contratos, e incluso el aprendizaje.
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