Efluvios

Parece ser que en el Palacio de la Moncloa hay un salón con chimenea donde los presidentes del gobierno pasan muchas horas reflexionando.
Cuenta una leyenda local que por el conducto de la chimenea bajan, de vez en cuando, unos efluvios –procedentes de no se sabe dónde– que provocan una enajenación –dicen que pasajera– a quien queda expuesto a ellos.
Si ese pasmo –pasajero– los pilla echando una cabezadita, no pasa nada. Se despiertan, toman un cafetito y ya está.
Pero si se produce en el momento en que toman una decisión, la cosa puede ser grave.
Pasó con Aznar. ¿Se acuerdan de Miguel Ángel Rodríguez, MAR, portavoz del Gobierno, que cada vez que hablaba subía el pan? ¿Y de aquel compañero de pupitre, a quien hizo mandamás de una empresa que definían como joya de la corona?
Sus nombramientos fueron decididos en esa sala.
¿Quién no se acuerda de la guerra del golfo, que nos iba a reportar tropecientos mil beneficios y nos iba a sacar del rincón de la historia?
El inefable Zapatero, también sucumbió. De ahí todas esas decisiones adoptadas tarde y mal y esos nombramientos estrambóticos que, los españoles, en general y, los leoneses, en particular, conocemos bien.
Y llegamos a Rajoy.
¿Creen ustedes, amables lectores, que una persona en su sano juicio nombraría a Ana Mato, ministra de Sanidad?
Desconozco el currículum profesional de la señora, pero, a tenor de su trayectoria política conocida, dudo de que fuera capaz de gestionar con éxito la presidencia de la comunidad de vecinos de su urbanización, donde, por cierto, hay muy poca luz, porque la señora Mato fue incapaz de ver un automóvil marca jaguar en su propio garaje. ¡Y mira que son llamativos!
No sé si fueron a la misma guardería o sus familias veraneaban juntas en Sanxenxo, pero parece evidente que una señora que calla, no porque esté como ausente, sino porque no tiene ni puta idea de lo que pasa, no es la persona más idónea para ser la máxima responsable de la salud de los españoles.
Dicen, repito que es una leyenda local, que los efluvios que se descuelgan por la chimenea del salón de reflexionar producen una tontuna temporal, y que, pasado un tiempo, todo vuelve a la normalidad.
Pero resulta que un día sí y otro también sigo viendo la carita de pasmo de la ministra cuando le preguntan por la gestión del terrible conflicto que tenemos. Seguro que está pensando ¿de qué estará hablando este tipo?
¡Mariano! ¡No nos merecemos esto!
A ver si el pasmo no es temporal…
Pero, aunque así fuera, Mariano; no nos merecemos esto.

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