Don Tancredo

Cuenta un amigo mío, muy aficionado a los toros, que la expresión “hacer el  don Tancredo” procede de un espectáculo taurino en el que un personaje, don Tancredo López Martín, zapatero remendón que soñaba con ser torero, a finales del siglo XIX, se plantaba en el medio de la plaza, sin mover un músculo, esperando la embestida del toro.

La acción requería una buena dosis de valor o mucha necesidad de ganarse unas perrillas, porque  ver a un bicho que se te acerca como una locomotora, que se para –o no–  y que te olisquea  un tanto perplejo, requiere tenerlos bien puestos.

Del mundo de la tauromaquia, la expresión pasó al ámbito de la política, donde tuvo un amplio respaldo. Pero a diferencia del mundo de los toros,  en política, hacer el don Tancredo no requiere valor  ni necesidad. Tampoco precisa una preparación  especial. Sólo hace falta una buena dosis de sangre fría  –yo le llamaría  pasotismo– y que la situación del país y  de sus habitantes te importen un carajo.

Sólo así se explica la actitud  de quien renunció a formar gobierno, sin renunciar del todo, que calla porque, seguramente, no tiene nada que decir y que es el máximo responsable  de que llevemos casi dos meses con un gobierno en funciones, que ha perdido toda iniciativa y está dejando que corra el tiempo a ver qué pasa.

Mariano Rajoy se va de la política –a estas alturas es algo asumido por todos– siendo fiel a sus principios: desde muy joven (lleva treinta y cinco años en política)  defendió la idea de que  “El hombre, en cierta manera, nace predestinado para lo que debe ser”  ( Faro de Vigo, 4 de marzo de 1983), y esa predestinación lo llevará, inexorablemente, a su destino, haga lo que haga.

Y tan convencido debe estar de ese pensamiento absurdo, que pasó por un buen puñado de cargos, todos pagados por los ciudadanos, sin destacar en ninguno de ellos. De una forma absolutamente gris, pensando, con toda seguridad: ¿Para qué esforzarme si, al final, voy a llegar  donde tengo que llegar?

Así ha transcurrido su vida desde aquel lejano 1981, año en que fue elegido parlamentario en las primeras elecciones autonómicas gallegas, hasta la actualidad.

Con una política exterior inexistente, con la bolsa hundiéndose, con unos escándalos de corrupción que alcanzan a sus propios  amigos y que amenazan con ahogar en mierda a todo el Partido Popular, ¿alguien ha visto a Mariano Rajoy? ¿alguien sabe  qué es lo que piensa hacer? ¿Alguien nos puede contar por qué ha blindado a la exalcaldesa de Valencia, la del “caloret”, haciéndola senadora y miembro  de la Diputación Permanente del Senado?

Demasiadas preguntas. Seguramente estará, como dice Joan Manuel Serrat, jugando al juego que mejor juega y que más le gusta.

 

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