Quiero dejar claro las innumerables ocasiones en las que el periodista ha escrito aquí su apoyo, su creencia y su compromiso con las administraciones provinciales y su necesaria razón de ser en un mapa geosocial marcado por ayuntamientos de capitales provinciales fuertes frente al resto de municipios de tan amplias provincias castellano y leonesas. El «primo de Zumosol», garante de muchos servicios técnicos y administrativos, así como de obras públicas que, por pequeñas o medianas cuantías no tendrían casi ni sitio e importancia para la Administración regional o nacional.
En la Diputación provincial de León se ha instalado una forma de trabajar, de gobernar y de decidir muy extraña. Se ha pasado de ser un centro de decisión y poder casi plenipotenciario para el resto de la provincia a un mediocre y miedoso pasar la legislatura sin hacer mucho ruido y menos llamar la atención. Ni una cosa, ni la otra.
Juan Martínez Majo, eterno alcalde de Valencia de Don Juan, tuvo la osadía de querer ser presidente en tiempos de Carrasco. Y lo pagó caro. Hoy su figura viene precedida con una gestión municipal excepcional y un halo de cercanía y compromiso inicial que se está desinflando. Nos preguntamos el por qué y topamos con la «Operación Púnica» como excusa una y otra vez. En el Palacio de los Guzmanes, para los neófitos, sede de la Diputación de León, junto al fantasma del reciente pasado parece también haberse alojado una sección de la judicatura española, la UCO -Guardia Civil- y un paisanín con boina que pasaba por allí como presidente de su junta vecinal al que no le recibe ni el Tato porque todo el mundo está muy ocupado con lo suyo. Los funcionarios se escudan en la rigidez de todo por el libro, los políticos en prometer para mañana. Pero lo cierto es que es necesario poner un término medio a esta situación.
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