Diario del coronavirus (9 y medio)

Sí, llevamos nueve semanas… y media, de confinamiento. Los que quieran recordar aquella película de los años ochenta tantas veces mentada lo tienen fácil. Kim Basinger y Mickey Rourke llegan a una especie de confinamiento muy sugestivo en experiencias eróticas, pero que termina siendo autodestructivo. Esta historia de Adrian Lyne provocó una epidemia de supuestos yuppies que se creían seductores. Esta es más seria y mucho menos disfrutable. Aunque si seguimos por la parte frívola, después de un par de meses he podido ir a la peluquería. Eso sí, con cita previa –hasta aquí normal– y más o menos estricto protocolo. Comienza a ser más atractivo que cada pelo vaya por su lado hasta donde quiera –ahora muchos se despeinan para salir en la tele– porque devolverlos a su sitio requiere mascarilla, guantes, distanciamiento y geles hidro-alcohólicos. Confieso que me he saltado algunos de estos trámites porque es complicado que te laven la cabeza y corten el pelo con una mascarilla puesta.

 

Saltarse las normas de distanciamiento y protocolo antivirus parece que es lo más sugerente que se puede hacer en estos tiempos de confinamiento. En terrazas de bares, en el supermercado, donde sea. Parece que algunos creen que lo de la pandemia es otra las mentiras oficiales. Y no digamos los adolescentes. Aparte de los desaprensivos de carné, los jóvenes actúan como si esto fuera un invento de los mayores para fastidiarles. No respetan ninguna regla básica para evitar el contagio. Lo peor que se ha hecho en cuanto a estrategia de comunicación es decir que solo tienen peligro los ancianos. Sobre todo cuando se desconocen tantas cosas sobre el coronavirus. Que se lo digan al secretario general de Vox, el muy vitaminado Javier Ortega Smith: internado de urgencia por trombos en las piernas y pulmones varias semanas después de haber superado la Covid-19.

 

Los paseos de las ocho de la tarde sirven para algo más que airearse. Mientras andamos, un médico me cuenta que se dice que el coronavirus provoca neumonías, pero parece que hace bastante más: ataca en general el endotelio de los vasos sanguíneos, es decir, provoca una vasculitis que puede afectar a cualquier parte del organismo, incluidos los pulmones, claro.

 

Entre paseo y bulo, entre charla de experto en pandemias o cotilleos políticos –Sánchez y Arrimadas se entienden, Casado no encuentra su sitio– esperamos el siguiente examen, a ver si en la segunda convocatoria nos hacemos merecedores de una caña o un vino en un bar.

 

Ángel M. Alonso Jarrín

@Angel M­­_ALONSO

 

 

Print Friendly, PDF & Email