Durante estos días se está procediendo a llevar a cabo una serie de actos, unos oficiales y otros más en privado, con motivo de la marcha de don Camilo Lorenzo Iglesias, el que fue nuestro prelado durante más de dos décadas.
En la memoria de todos aquellos de más de 30 años permanece el recuerdo imborrable y cariñoso del anterior obispo, don Antonio Briva Miravent, cuando, sin darnos cuenta, los años han pasado y también la etapa de otro buen pastor de nuestra Iglesia.
Y al igual que don Antonio llegó en su día con la vitola de teólogo avanzado y moderno de una nueva Iglesia que surgía en tiempos de cambios en la sociedad y en la propia política española; don Camilo daba luz y soluciones a la encrucijada de un apostolado sumido en otra transición, en este caso interno de la propia curia española. El catalán atemperó su empuje juvenil hasta dejar una Diócesis digna en la gestión interna y sumida en un trabajo epistolar y filosófico aún hoy muy desconocido para la gran mayoría. Algún día verán a la luz sus pensamientos y escritos de largas madrugadas astorganas que dejarán, ya no solo en el corazón, sino en el lugar del episcopologio adecuado a monseñor Briva Miravent.
Del mismo modo, el profesor de Química y sacerdote del lado gallego de nuestra gran Diócesis deja su báculo y su mitra tras uno de los períodos externos más gloriosos del Obispado asturicense. Mil y un cambios en las formas y en la gestión de un legado de Pedro que se nos ha hecho más cercano por mor del trabajo realizado a través de una curia muy envejecida -mayor mérito- y un pequeño grupo de jóvenes sacerdotes que van cogiendo el relevo con una ilusión y Fe inusitadas.
Por razones laborales y personales -estaré en Navarra- el que estas letras escribe no podrá estar en algunos de los acontecimientos y homenajes a los que he sido invitado, como otros tantos astorganos de bien, para despedir al bueno de don Camilo, con quien me une religión, amistad y muchas conversaciones. Pero DIARIO DE ASTORGA-ASTORGA DIGITAL siempre ha estado ahí y siempre estará al lado de su obispo, sea quien sea. Porque por encima de las personas están los objetivos, las creencias y el bien general.
Son días estos en que a los católicos. A los que nos enseñaron desde niños que un hombre con alzacuellos es un amigo en el que siempre se puede confiar. A los que recibimos una formación cristiana estricta pero liberadora gracias al perdón siempre presente. Son días, repito en el que una mancha personal no puede acapararlo todo. Nuestro deber de informar es también un servicio para los demás. Pero un fruto caído del árbol no es más que eso. Por mucho que nos duela afrontar la realidad y reconocer los errores.
Lejos de una Fe del temor, de la oscuridad; algunos hacemos énfasis en la Resurección, no en un fin terrenal sin más, en la alegría y la luz. Y como en su día aquí quedó escrito, nadie podrá negar que don Camilo es un hombre pío y bueno, quizás demasiado bueno y confiado. Tan solo eso.
Esperando con alegría la llegada del nuevo Padre y con la ilusión de ver ahuyentados a los mercaderes de la Casa de Todos sentimos una honda pena por la marcha de Lorenzo Gallego, a quien tuve la suerte de entrevistar el primero hace muchos años para una publicación berciana. Bueno, en honor a la verdad, el segundo, el primero fue el añorado Martín Martínez en COPE Astorga.
Buen Camino don Camilo