S.Gallo/ ICAL Aunque pueda pensarse lo contrario, la práctica deportiva está desaconsejada en muy raras ocasiones, aunque puede practicarse a diferentes intensidades. “Hay muy pocas cosas que contraindiquen el ejercicio, pero lo difícil es saber qué ejercicio puede hacer cada persona”, reconoce el profesor de Ciencias Biomédicas de la Universidad de León (ULE), José Antonio de Paz. Precisamente, ese es el trabajo que está desarrollando en los últimos años, determinar la carga de trabajo físico de pacientes enfermos de esclerosis y también de otras dolencias, como el cáncer de mama o la fibromialgia.
Los resultados son evidentes, y hasta el momento es posible determinar que la práctica deportiva en su medida adecuada incrementa la fuerza de los enfermos, minimizando así los efectos de la dolencia. Este estudio, que comenzó a fraguarse en el año 2000 con pacientes de esclerosis, ha ido ampliando su ámbito de acción y, a día de hoy, permite trabajar con asociaciones de esclerosis de prácticamente toda Castilla y León. En estos años, gracias en parte a las subvenciones de la Junta, se han evaluado a más de 400 pacientes y este curso están siguiendo el programa de entrenamiento unas 230, explica De Paz.
El trabajo que se realiza consiste en conocer el estado de la persona, cómo y cuánto limita la enfermedad al paciente y cómo pone en riesgo su vida a la hora de hacer ejercicio. En el primero de los estudios, se hicieron pruebas de esfuerzo con ejercicios aeróbicos. “Cuando comparábamos los valores con la población normal, veíamos que había un consumo de oxígeno más bajo pero también una fuerza más baja. De hecho, lo que limitaba el no poder hacer un ejercicio aeróbico durante un periodo más prolongado era la deficiencia muscular”, añade.
Por eso, y una vez concluido que la principal limitación en la vida de las personas enfermas de esclerosis era la fuerza, que además era lo que más perdían, fue donde se centró el trabajo del Departamento de Ciencias Biomédicas de la ULE, que evalúa la fuerza de tres tipos: la máxima resistencia que puede resistir una persona enferma, la máxima tensión que genera su músculo cuando lucha contra una resistencia y la potencia, que es la rapidez con la que se puede vencer esa resistencia.
Curiosamente, la consola Nintendo Wii o la Kinect permiten realizar un entrenamiento para la mejora del equilibrio, que es un aspecto que no se desarrolla con los ejercicios de fuerza. “Son estrategias para hacerlo divertido y cuantificable, y que las personas puedan tener ese estímulo”, señala De Paz.
El paso del tiempo ha permitido ir mejorando el tratamiento y las técnicas que se aplican con los pacientes que acuden a este Departamento de Ciencias Biomédicas, a pesar de que hasta hace poco tiempo los neurólogos no aconsejaban la práctica de ejercicio en personas que padecían esclerosis múltiple. “Hoy no hace falta tener una enfermedad para que nos recomienden hacer ejercicio”, si bien las indicaciones resultan en ocasiones “insuficientes”. Se hace necesario tener en cuenta las características de cada persona y el grado de enfermedad. “Hemos visto muchas mejoras en cuanto a la calidad de vida”, muchas de las cuales se comprueban también mediante pruebas funcionales.
De Paz explica cómo, en un artículo reciente, se ha dado a conocer el resultado del seguimiento en la evolución de la fuerza, la potencia y la discapacidad en los pacientes con esclerosis. Aquellos que siguieron el programa de entrenamiento “no sólo no han ido para abajo, sino que han ido para arriba”, y a día de hoy es posible afirmar que se encuentran “mejor que hace cuatro años en cuanto a niveles de fuerza”, añade por el contrario, aquellos que no siguieron el plan de trabajo han visto cómo caían sus niveles de fuerza y potencia.
A pesar de estos beneficios, hay que aclarar que el ejercicio no modifica el curso de la enfermedad, que mantiene “los brotes que tendría que tener”, si bien la práctica deportiva es recomendable “incluso con brote”, además de que el ejercicio “no aumenta el número de brotes”, sino que permite posicionar a las personas “al 100 por ciento de la capacidad funcional que la enfermedad permite”, señala De Paz.
Las asociaciones de pacientes con esclerosis múltiple de Castilla y León que ofertan el programa de ejercicio físico observan que se trata de uno de los que cuenta con mayor adherencia, es decir, mayor constancia. “Es uno de los problemas de las personas que acuden a los gimnasios”, apunta De Paz, que lo atribuye a la falta de trato personalizado que sí tiene los pacientes de las asociaciones. “Ese trato supone un enganche y se sienten mejor”. A los pacientes se les garantiza que se encontrarán mejor, algo que ya perciben “en la segunda semana”, lo que facilita la continuidad en el programa.
El ejercicio se convierte en “un estímulo” para los enfermos que además “rompen la rutina” a pesar de que el esfuerzo provoca las quejas de los participantes. “Jugamos y les obligamos a hacer el esfuerzo y se dan cuenta de que pueden hacer el doble que antes y que pensaban que no iban a poder hacer. A pesar de ello, no se quejan más, se quejan lo mismo”, bromea De Paz.
Aplicable a otras enfermedades
Este mismo concepto que comenzó a aplicarse en el caso de los enfermos de esclerosis múltiple, también se emplea con pacientes de otras dolencias. Es el caso del cáncer de mama. Camino y Angelines llevan pocas semanas participando en el programa, pero su sonrisa les delata y no pueden ocultar la satisfacción por el trabajo que realizan. “Antes me dolía el brazo y ahora ya no, no sé si sería algo “, comenta una de ellas. En la actualidad asisten 42 mujeres que, después de una primera evaluación han mejorado entre un 15 y un 20 por ciento la fuerza y la capacidad.
En el tiempo que han venido ejercitándose han incrementado la fuerza hasta en un 40 por ciento. “Hemos tenido mucha suerte de encontrar este programa y además de contar con la gente que lo lleva, que son maravillosos”, aseguran. El madrugón para hacer ejercicio cada martes y jueves no impide que continúen sonriendo mientras abandonan el pequeño ‘gimnasio’ de este departamento en la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte de la ULE.
En el caso del cáncer de mama, se ha demostrado epidemiológicamente que el ejercicio físico reduce las posibilidades de padecer esta dolencia, además de que entre las supervivientes a un cáncer de mama, la práctica deportiva disminuye la posibilidad de reincidencia, además de que mejora su calidad de vida y su función vital. “A medida que aumenta la fuerza, disminuyen los dolores articulares”, reconoce De Paz. También se ha trabajado con pacientes hemodializados y con personas mayores que han trabajado en el entrenamiento de la fuerza.