¿Es la vejez un tema que esté de moda aquí y ahora, en esta sociedad nuestra de mutaciones y cambios espectaculares?. Más bien parece haber sido un tema recurrente entre los pueblos antiguos. La preocupación por la vejez fue propia del mundo clásico, ya que el propio Cicerón al escribir su diálogo, “De Senectute”, se inspira en antecedentes griegos, en filósofos como Zaristón de Ceos, Tofrasto y Demetrio Falereo.
En la Grecia Arcaica, cuando no se conocía la escritura o no existían sistemas de imprenta, la vejez era sinónimo de sabiduría, de experiencia de la vida. El anciano era depositario del saber cultural, garantizador de la tradición, conocedor del pasado.
En la Grecia Clásica, Roma Imperial y el Renacimiento, cuando las sociedades giraban en torno a un ideal estético y a una cultura de disgregación del grupo familiar replegado en torno a la pareja conyugal, la vejez se media por la pérdida de las cualidades positivas inherentes a la juventud.
En la Edad Media, época de guerras y aventuras, la vejez fue considerada positivamente. El modelo social del momento gravitaba alrededor de la familia patriarcal, la cual se apoyaba en la tradición oral y la costumbre, siendo más permisible con el viejo que cumplía el papel de memoria colectiva, de saber permanente.
En la actualidad la vejez, el anciano, se contempla en muchos casos como una calamidad, y que lo mejor que puede decirse de un anciano es eso de: “que bien se conserva, por usted, no pasan los años”. Sin embargo las cosas no siempre han sido así en todos los tiempos, ni en todas las culturas. Antiguamente el senior era una categoría, en nuestra cultura el nombre más usado, el de “viejo”, encierra la idea de cosa gastada, deteriorada por el uso y el paso del tiempo. Su étimo latino vetus tiene el sentido de cosa estropeada o degradada. Como dice Ernout: “Vetus et vetulus désignent ce qui est détérioré, diminué par l’âge et s’opposent à novus; au contraire, senex indique simplement une classe d’âge et s’oppose à juvenis” (Vetus y vetulus indican que está deteriorado, disminuído por la edad y se opone a novus; al contrario, senex indica simplemente una categoría de edad y se opone a juvenis).
Frente a este significado peyorativo tenemos dos de las expresiones usadas en árabe para designar al anciano: shaij y gadim. La primera significa doctor, maestro, guía espiritual, jefe de familia o de tribu. La segunda, príncipe, eterno, incluso es un apelativo de Dios. De igual forma, en persa, los nombres más usados, pir significa anciano, el fundador de una secta, el mundo, el cielo. mardequivale a héroe, valiente, atrevido.
Observamos por tanto como mientras los términos latinos le dan un significado peyorativo, para árabes y persas, supone una exaltación para el portador.
Sin embargo, si bien es cierto que desde la cultura antiguas nos llegan los primeros intentos normativos, médicos y filosóficos de la ancianidad, es en el siglo pasado y más concretamente en las últimas décadas del mismo, cuando la atención del médico, del sociólogo y del gobernante parece concentrarse en el envejecimiento.
Y me dirán, y por qué en pleno Siglo XXI me voy a rememorar a los antiguos clásicos, a los árabes, etc. Porque la esencia de estas líneas está en que no debemos olvidar que nuestros mayores son esos maestros, guías… que mencionan los árabes y persas. Por eso y porque por sus especiales características de edad, enfermedades, limitaciones, precisan de nosotros un especial cuidado.
En no pocas ocasiones les oigo como me dicen: “hay cuando tu tengas mis años…” y siempre les digo los mismo y todos debemos tenerlo presente, ellos vivieron nuestra edad (en la mayoría de los casos en un entorno mucho peor que el nuestro actual) y posteriormente han llegado a los 80, 90 ó más… ¿llegaremos nosotros a esos años?. En principio parece que si, la medicina actual tiende a eso e incluso a una esperanza de vida mayor. Pero está por demostrar…
Uno de los múltiples carteles de ánimo que han cubierto nuestros centros a lo largo del confinamiento durante la pandemia decía asi:
“No necesitas un libro de historia si eres lo suficientemente afortunado de tener un abuelo”
Laurentino Gil Valle