Cuneros

El Partido Popular, de León y de toda España, tiene un alto déficit democrático en su funcionamiento interno. Lo acabamos de ver en la elaboración de sus listas de candidatos a las elecciones generales del próximo 20 de diciembre. Es un proceso dedocrático, es decir, las listas se hacen según el dedo del líder, Mariano Rajoy. No hay opción al debate interno ni se plantean soluciones intermedias como primarias o debates en las asambleas locales o provinciales del partido. La crítica interna no es que no exista es que está penalizada con el ostracismo.

El resultado son unas listas hechas desde arriba, que responden a los intereses de la cúpula nacional en vez de atender a las necesidades de las organizaciones provinciales del partido. En esta ocasión en Madrid había  más demanda que oferta de puestos de salida, así que no ha habido más remedio que ocupar manu militari espacios de salida en listas provinciales.

Por eso, en el caso de la provincia de León se ha dado el caso de que Madrid ha impuesto como número dos de la lista al Congreso de los Diputados por la provincia de León a un cunero, a Manuel Cobo Vega, nacido en El Bierzo, de donde marchó a los 18 años y cuya carrera política la ha desarrollado íntegramente en el PP madrileño, ocupando cargos de importancia en la administración municipal de Ruiz Gallardón, y en la sede de Génova. Pero por El Bierzo o León, la verdad es que Manuel Cobo ha venido poco y se ha interesado menos aún, salvo para vender en Madrid las excelencias gastronómicas del botillo o las cualidades del vino Mencía. Y poco más.

Claro, que la alternativa era otro cunero leonés, Alfredo Prada, cuya trayectoria política hay que ir a buscarla a Madrid. A León sólo ha venido a ver a la familia y a cubrir el expediente en algunas reuniones orgánicas del partido y,  por supuesto, en los mítines electorales. Y todo ello por imperativo legal, porque tanto a Prada como a Cobo lo que les gusta es la política nacional, estar pegados al aparato nacional, salir y entrar de Génova, hacer corrillos en la planta sexta y quedar bien ante Rajoy, que, a la postre, es el que decide e impone las listas en virtud de los méritos, que siempre van ligados en este caso a la lealtad personal, no a la lealtad hacia los electores ni a la provincia a la que representan.

El descontento entre la militancia del PP leonés es manifiesto y notorio, salvo para su cúpula y su presidente, Eduardo Fernández, quien, como cabeza de cartel en la lista del Congreso, no le queda más remedio que aguantar el dedazo de Génova, darlo por  bueno y rebuscar argumentos que avalen la decisión de Rajoy. Le va en ello su futuro político.

En el PP confían en que este tipo de polémicas se desvanezcan nada más que comience la larga precampaña/campaña electoral y que todos los militantes se apliquen a lo que de verdad interesa, es decir sentar las bases para ganar las próximas elecciones. Pero ahí quedará, sin duda, el mal sabor, el resquemor y el malestar latente entre la militancia por hacer las cosas mal, a la antigua usanza, sin oír el clamor popular que exige a los partidos más democracia interna, transparencia, participación y autocrítica.

 

 

 

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