César Combarros El próximo viernes, 22 de abril, se cumplirán cuatro siglos del fallecimiento en Madrid de Miguel de Cervantes, el mayor de los escritores en lengua castellana, calificado por los expertos como el padre de la novela moderna y autor de obras maestras como ‘Los trabajos de Persiles y Sigismunda’ o, sobre todo, ‘El Quijote’. Para conmemorar la efeméride, la Agencia Ical ha querido recabar la opinión de cinco de los más grandes escritores de la Comunidad, todos ellos con estrechos nexos cervantinos en su trabajo, que en dos de los casos atesoran además entre sus galardones sendos Premios Cervantes: el leonés Antonio Gamoneda y el abulense afincado en Valladolid José Jiménez Lozano. A ellos se unen los leoneses Luis Mateo Díez y Andrés Trapiello, y el salmantino Luciano G. Egido.
Sobre el momento en que descubrieron la obra cervantina y el impacto que les produjo, todos coinciden en ubicar en la infancia su primer encuentro con el escritor, siempre a través de las ediciones ilustradas adaptadas de ‘El Quijote’ que abundaban décadas atrás en los colegios (“algunas eran espléndidas”, rememora con una sonrisa Luis Mateo Díez), y en el entorno de entre los seis hasta los nueve años, inaugurando un camino de reencuentros y relecturas constantes a lo largo de la vida.
“A Cervantes se le descubre muchas veces a lo largo de la vida, y siempre produce un impacto”, explica Trapiello, que recuerda que el primer libro que compró con su propio dinero fue precisamente una edición infantil del Quijote de editorial Vives: “En ese momento sólo sentí ‘El Quijote’ por emanación, como decía Rubén Darío que él leía muchos libros. Luego se sucedieron las lecturas, que siempre son distintas, nuevas, como quien se internara en un territorio siempre virgen, paradisíaco”, evoca.
Jiménez Lozano recuerda sus primeros acercamientos “en la escuela”, y su relectura de ‘El Quijote’ y las ‘Novelas ejemplares’ cuando contaba con “entre quince y veinte años” y sintió “conocer” lo que estaba leyendo y “la verdad” que allí se encerraba. Sin embargo, explica que cuando descubrió verdaderamente a “don Miguel” fue a través de Azorín. “Así me ha sucedido con muchas cosas españolas, que aunque las tenía delante de los ojos, las descubrí por Azorín”, señala.
Egido, por su parte, reconoce que en la primera lectura en el colegio, “por obligación”, no apreció los “valores” del que ahora considera “el libro más significativo de la historia de la literatura española”. Tras acercarse de nuevo a la obra ya en tiempos de la Facultad, y conocer después las opiniones de “Unamuno, Ortega o Américo Castro”, que no acababan de despertar en él “ninguna debilidad especial por el libro”, fue cuando el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua le invitó en 2005 a participar en ‘La razón de la sinrazón que a la razón se hace: Lecturas actuales del Quijote’ cuando cambió su “mirada” sobre la obra, estableciendo con ella un contacto “más serio”.
Luis Mateo, por su parte, apunta a “alguno de aquellos inviernos en los que no se podía ni salir al patio del colegio” para enmarcar la lectura que de ‘El Quijote’ les realizó alguno de sus primeros maestros en la escuela rural en Villablino. “Aquellos momentos tal vez sean el reflejo más perenne que yo tengo de la imagen de Don Quijote”, subraya. Como sus compañeros, quedó impresionado por la figura de “un héroe al que todos agredían, que tenía unos sueños disparatados”. “Me transmitió la sensación de que era un personaje muy melancólico, un antihéroe que contrastaba con los héroes alegres de las películas en Technicolor que veíamos en el cine, sobre todo las de Errol Flynn. Me dejó una huella enorme, tal vez la más profunda que yo tengo de una cierta iniciación literaria. Para mí ‘El Quijote’ siempre fue algo muy personal, con quien me he relacionado a lo largo de toda mi vida”, reflexiona el académico.
En el caso de Gamoneda, tras el primer “descubrimiento infantil” con apenas siete años, fue al filo de los quince cuando realizó una primera lectura “seria” de ‘El Quijote’ en la edición de Aguilar. Entre aquellas páginas de papel Biblia, quedó “embarcado en la propia sucesión aventurera de la obra”, para luego ir apreciando “la hermosa vertebración del lenguaje”. Sin embargo, el Premio Cervantes sitúa cinco años después, al alcanzar la veintena, su descubrimiento “plenario” de Cervantes, cuando contando ya con otra “capacidad de comprensión”, le “impresionó el carácter simbólico” y despertó en él la “sospecha de que la locura de alonso Quijano encubría una inmensa cordura, una conciencia en profundidad que don Miguel de Cervantes presentaba en forma de aventura incluso con voluntad graciosa, pero que era mucho más”.
La aportación de Cervantes
Cuestionados sobre la principal aportación de Cervantes a las letras españolas, Trapiello destaca “la mirada, a un tiempo compasiva y jovial”, mientras que Jiménez Lozano apunta que “el mar es grande, pero es grande tanto por lo que lleva el Danubio como por lo que lleva un riachuelo pequeño”. En ese sentido, subraya que “Cervantes tuvo una influencia muy grande en los países latinos y en Francia, mientras que en Alemania y en los países nórdicos fue menor”, explica.
Por su parte, Gamoneda recalca que “Cervantes se quejaba del don que no quiso darle el cielo, decía él, porque se contemplaba a sí mismo como un poeta que no tenía la altura a la que aspiraba a la hora de componer con la preceptiva, la métrica y los ornamentos rítmicos que en aquella época se demandaba”. Con una sonrisa pícara, añade que “afortunadamente Don Miguel se equivocaba, porque la gran importancia de su obra es el haber borrado en cierto modo los géneros, que todavía hoy académicamente estimamos”. En su opinión, la “importantísima misión” de Cervantes fue “inyectar, hacer evidente y presente en la narrativa la dimensión poética”, algo que Gamoneda considera “un signo de modernidad”.
Luis Mateo, por su parte, alude a la “imaginación narrativa totalmente fascinante y desbordada”, y a la capacidad narrativa “poderosísima” de quien, para él, es “el más grande escritor de cuantos ha habido”, por “lo que supuso para el patrimonio de las palabras, por su capacidad para inventar una lengua y para dar voz a los personajes, y para describir acciones y situaciones”. “Cervantes es la fuente de la narrativa, es alguien que da la impresión de que está inventando la novela”, sentencia.
Esa opinión es compartida por Egido, para quien “la importancia de ‘El Quijote’ es que creó los elementos de la novela moderna”, al inventar “una nueva forma de narrar”, dando voz a aspectos que antes no existían como “la introspección del personaje”. “Sin ‘El Quijote’ Kafka, Proust o Joyce no hubieran existido. Hoy día cualquier novelista ha recibido una herencia de Cervantes aunque no sea consciente de ello, aunque ni siquiera haya leído una página escrita por él en toda su vida, porque su legado se ha incorporado ya a la literatura universal”, argumenta.
Influencias cervantinas
Respecto al peso del legado cervantino en sus propios trabajos, Luis Mateo Díez señala que acepta como “un gran halago” la coincidencia de numerosos críticos y estudiosos en calificar ‘La fuente de la edad’ como “una de las obras más cervantinas de la novela contemporánea”. Autor de obras como ‘Camino de perdición’ (1995), con un protagonista absolutamente quijotesco, o de ‘Fábulas del sentimiento’ (2013), donde rinde tributo a las ‘Novelas ejemplares’ de su querido Cervantes, el escritor leonés confiesa que “siempre” se ha sentido “en la onda cervantina”, como un “narrador en el camino, alguien que ve la vida y la cuenta”.
Egido, que desgrana minuciosamente ‘El Quijote’ en ‘La razón de la sinrazón’ (2015) y en ‘La sinrazón de la razón’ (ambos publicados por Visor), descarta que Cervantes haya podido influir en su obra como sí lo han hecho Faulkner o Baroja, mientras que Trapiello, que ha realizado una reciente actualización de ‘El Quijote’ al castellano contemporáneo, además de contar con una trayectoria salpicada de referencias cervantinas (desde ‘Los amigos del crimen perfecto’, Premio Nadal 2003, hasta ‘El final de Sancho Panza y otras suertes’, 2014, entre otras muchas), asegura que “esa pregunta acaso deberían responderla otros”, y subraya que “lo mejor de cualquiera no se puede imitar”.
Gamoneda, por su parte, apunta que, por desgracia para él, “es muy posible que no haya influido en términos estilísticos ni de conciencia creativa”, pero señala que algo que ha calado en él, “quizá no únicamente a través de Don Miguel, pero sí de forma más tempranera y quizá principal”, es “la adjudicación de una significación moral y social a la escritura”. “Don Miguel, y en su nombre Don Quijote, sin mirar siquiera si eran buena o mala gente, siempre estaba de parte del oprimido y maltratado, defendiendo al desposeído, aunque luego resultase que aquella gente eran también unos pillos. Eso era una manifestación del tipo de conciencia que subyacía en Don Miguel de Cervantes, de apoyo a los perdedores, a los que están por debajo, bien sea en la pobreza, en la lucha o como víctimas de la crueldad social. Él asume para la literatura, inyectada a su vez por la poesía, los componentes de una contemplación y una comprensión de signo moral y social referida a la vida”, sentencia.
En ese sentido coincide Jiménez Lozano, que rindió su particular tributo a los personajes de ‘El Quijote’ con la publicación en 2005 de ‘Las gallinas del licenciado’, y defiende que “el Cervantes contador de historias es un humanista más, entre los que reclaman para la literatura el estatuto de conocimiento”. Sin embargo, prefiere evitar hablar de influencias. “El que es consciente de ellas las procura evitar, porque de otra forma su escritura terminaría siendo mera repetición. Otra cosa son lo que vulgarmente podríamos llamar coincidencias, y, un poco más seriamente, tópicos. En el fondo todos somos seres humanos; las culturas son algo muy ligero, pero en lo profundo (el lenguaje realmente literario y simbólico) somos esencialmente iguales”, afirma.
La vigencia de su legado
Sobre la vigencia de la obra cervantina, para Egido ‘El Quijote’ “es un libro completamente genial, cuyo significado es universal en el espacio y en el tiempo”. “Como los grandes clásicos, su significado no se agota nunca porque está abierto a las interpretaciones históricas en el tiempo. El hombre evoluciona, tiene otras experiencias, descubrimientos, la literatura alumbra zonas distintas de la conciencia, pero lo que no cambia es la condición humana, y ‘El Quijote’ ilumina algunos de esos aspectos a través de un juego verbal de una riqueza extraordinaria”, refrenda.
Jiménez Lozano expones sus “dudas” sobre la vigencia de Cervantes. “Hay más distancia cultural entre nuestros abuelos con los adolescentes de ahora, que con Cervantes. Antes nos concernía lo que leíamos en sus páginas, porque todos conocíamos a un hidalgo del pueblo, a alguien un poco melancólico con cuatro tierras… Nos resultaba familiar. Ahora los chicos no sienten que eso les ataña”, reflexiona. Sin embargo, en su discurso de aceptación del Premio Cervantes 2002 era menos pesimista: “En la casa levantada con palabras por el señor Miguel de Cervantes, y ahora mismo, podemos nosotros escuchar esas voces que hablan de nosotros, y de los hombres de cada tiempo, como ocurre siempre con los personajes y las voces de las grandes creaciones literarias, incluso si un tiempo como el nuestro no quiere saber nada de historia, ni de historias de hombre”.
Luis Mateo subraya que “los clásicos acceden a esa denominación cuando es evidente la eternidad de lo que se escribe” y reivindica que en Cervantes, “sobre todo en las obras cumbre como ‘El Persiles’, ‘El Quijote’ y las ‘Novelas ejemplares’, asombra lo contemporáneo que es todo lo que plantea: la fragilidad de cómo somos, el contraste entre el poder y la sumisión, el papel de la iglesia… Son asuntos que atañen un poco a lo que somos, eso que se llama la condición humana”, coincide.
También para Trapiello la vigencia actual es “grandísima, porque aunque la gente no lo haya leído, la lección cervantina ha calado tanto que nos permite descubrir aún a nuevos quijotes y sanchos, aunque en la vida española actual sean pocos”. Por su parte, Gamoneda insiste en la “gloriosa confusión de poesía y narrativa” que se da en ‘El Quijote’, y resalta otro dato de modernidad de esa obra, al apuntar Cervantes la locura del protagonista: “Se le tacha de loco, pero realmente está ampliando el espacio de la realidad para que no sea únicamente la realidad objetiva, las cosas exteriores, sino que comprenda también la realidad subjetiva, es decir, la creatividad del autor”.
Los actos del cuarto centenario
Cuestionados sobre su opinión respecto a los actos anunciados para celebrar en España la conmemoración del cuarto centenario de la muerte de Cervantes, el más crítico es Luis Mateo Díez, que lo tilda de “precario” y comparte las críticas que se han vertido desde particulares e instituciones como la RAE, censurando lo raquítico del programa anunciado. “Somos un país que no ha sabido valorar su patrimonio cultural literario en absoluto. Además tenemos la penosa comparación con lo que están haciendo los anglosajones”, lamenta.
Por su parte, Jiménez Lozano, Trapiello, Gamoneda y Egido aseguran desconocer el programa. “No estoy muy al tanto de esa política. Habrá, como en todo, cosas buenas. Ésas son las que cuentan. Lo importante no son los actos del centenario, sino los que sigan después. Con Cervantes deberíamos vivir un centenario perpetuo”, lanza Trapiello.
Egido recuerda que el primer ministro británico, David Cameron, lanzó a comienzos de año un discurso y una introducción al año de Shakespeare, algo “impensable” en España, donde tiene “la impresión de que están improvisando cosas”. “La política, la literatura y el teatro los ingleses se lo toman muy en serio”, refrenda Jiménez Lozano, mientras que Egido desliza: “Como no es el único desprecio gubernamental a la cultura, desde el IVA cultural a todo tipo de restricciones presupuestarias a las actividades culturales, no me extraña nada que Cervantes y ‘El Quijote’ les importen un pimiento”.
En una línea similar, Gamoneda lamenta “desde el desconocimiento pero desde la sospecha fundamentada” que “parece que no hay que poner muchas esperanzas” en los actos organizados. “Parece que no hay un entendimiento del significado que tiene esta fecha ni de la necesidad de poner en valor a Cervantes, como se ponen otras cosas a las cuales se les busca una rentabilidad más inmediata, como los atractivos turísticos, que preocupan tanto. La cultura, no nos engañemos, en España no ha terminado nunca de estar bien, y menos en estos momentos”, concluye.