juicio por el crimen de Isabel Carrasco

Cuando la realidad supera a la ficción

Reapareció el abogado Fermín Guerrero, letrado defensor de la policía local Raquel Gago. Lo hizo con retraso, pero apareció. Serio y sin inmutarse

Reapareció el abogado Fermín Guerrero, letrado defensor de la policía local Raquel Gago. Lo hizo con retraso, pero apareció. Serio y sin inmutarse. El juicio por el asesinato de Isabel Carrasco se pudo reanudar con unos veinte minutos  de retraso, pero se reanudó, tras la suspensión de la sesión de ayer por la inexplicable y sorprendente ausencia del citado abogado. Por eso, esta mañana había expectación ante su reaparición. Expectación que se ha visto defraudada. Ha pedido disculpas, ha dicho que su ausencia era por motivos personales y poco más. Y lo ha hecho con voz débil y desviando la vista hacia el infinito. Con muy poco convencimiento. Como los mentirosos.

El juez que preside el tribunal ya ha anunciado que espera una explicación detallada por escrito y que se derivarán las consecuencias a que hubiera lugar. Mucha retórica legal, pero nada más. Carpetazo al asunto. Sigue notándose un exceso de corporativismo. Y escasa transparencia. Hay miedo a conocer la verdad.

Su cliente, Raquel Gago, mantiene la confianza en él y por lo tanto no habrá recusación, que era el temor que sobrevolaba León tras conocerse la esperpéntica espantá taurina del abogado. Una recusación hubiera significado un aplazamiento del juicio y quizás una repetición del mismo, con la disolución del Jurado.

En la sala había un claro sentimiento de desaprobación hacia la conducta del abogado Fermín Guerrero, no en vano ha actuado con irresponsabilidad, escasa ética y muy poco respeto hacia sus propios compañeros, al presidente del tribunal y, sobre todo, hacia el Jurado. Él ha dejado claro que su ausencia no se debe a  ningún tipo de estrategia, pero nadie le cree. Hay tanto teatro en este juicio que ya nadie está seguro de las causas que motivan a un abogado de prestigio a desaparecer sin dejar rastro durante casi veinte horas y poner en peligro la continuidad del mayor juicio celebrado en León en la época moderna.

¿Un abogado es una casta diferente?

Todas las partes, pero, sobre todo, los ciudadanos, que son los que pagan la Justicia, deben ser informados de lo que ha sucedido, de las razones y causas reales de la desaparición de este abogado. Va en ello la propia credibilidad, ya muy maltrecha, del sistema judicial español. En un trabajo normal nadie puede desparecer durante toda una jornada laboral sin dar una explicación convincente so pena de sanciones y hasta despidos. ¿Un abogado es una casta diferente?

Por no hablar del dinero que la suspensión de ayer cuesta a las arcas públicas, a lo que hay que añadir que toda la policía debió de dejar lo que estuviera haciendo para volcarse en la búsqueda.  Un despilfarro de recursos públicos por una conducta profesional poco ética, irresponsable, escasamente lógica, absurda y misteriosa. Huele a contubernio. En los pasillos de la Audiencia hay explicaciones de todo tipo sobre la ausencia, alguna de ellas inconfesable, y en  ninguna sale bien parado este letrado.

En la sala hay varios investigadores que siguen el juicio para tomar notas para escribir una novela negra. Ellos coinciden en señalar que en este juicio la realidad supera en mucho a la ficción. A ninguno de ellos se le hubiera ocurrido plantear la desaparición de un abogado por ser escasamente creíble. Visto lo visto, ahora ya se sabe que todo es posible, incluso para los novelistas de misterio.

Por lo demás, el interés de la sesión de ayer la acaparó la declaración del comisario de policía de Astorga, padre de Triana y marido de Monserrat, la asesina confesa de Isabel Carrasco. El comisario vino a ratificar las declaraciones de su esposa y de su hija, así como la del primer letrado que atendió a las acusadas. Por su experiencia profesional de muchos años y por el conocimiento personal de su mujer e hija, el comisario manifestó que cree a pie juntillas que los ya famosos policías de Burgos engañaron a Monserrat y a Triana con falsas promesas de dejar libre a Triana si confesaban y, sobre todo, si les ayudaban a encontrar el arma del crimen. Para el comisario, la actuación de estos policías es de manual cuando se quiere ganar la confianza de unos detenidos para que declaren lo que se les insinúa. Y cree, también a pie juntillas, a su mujer e hija cuando dicen que los policías les enseñaron diversos documentos en un ordenador de comisaría, incluido varios artículos del Código Penal por los que Triana sería exonerada de toda culpabilidad.

También declaró que la confesión de Triana sobre el acoso sexual de Isabel Carrasco lo supo antes que nadie, tras una entrevista en prisión del psiquiatra con Triana y que, por lo tanto, no se debe  a una estrategia inventada de la defensa. Fue él quien se lo dijo al abogado defensor.

E hizo mucho hincapié en el temor que él tuvo en un momento dado de que Triana se pudiera suicidar, siguiendo el ejemplo de dos amigas suyas, a causa de la profunda depresión que sufría por la pérdida del trabajo en  la Diputación y por las escasas expectativas laborales debido al acoso sistemático de Isabel Carrasco.

Papel de reina madre en su trono de terciopelo

El objetivo del comisario era desacreditar la actuación de sus compañeros, los policías de Burgos y se volcó en ello con contundencia. También pretendió conmover al Jurado con tanta apelación sentimental a los suicidios hace años de amigas de Triana. Tanta fue la emoción por los trágicos recuerdos, que Monserrat no dejó de llorar durante la declaración de su marido. Luego, volvió a su papel de reina madre en su trono de terciopelo rojo.

El hermano de Raquel se limitó a alabar lo buena persona que era, pero no supo explicar por qué nunca le dijo que el día del crimen  había estado con Monserrat y con Triana. Él, que estaba en Madrid, se limitó a buscar un buen abogado cuando Raquel le confesó por teléfono que “la habían metido en un buen lío”. También desveló que era de los pocos que sabía que Raquel mantenía una relación sentimental en secreto con un hombre casado. Negó, por supuesto, que su hermana pudiera tener una sexual con Triana, de quien conocía la inquina que Triana tenía hacia Isabel Carrasco porque eran amigos.

Al final, esta semana de testimonios será recordada por la misteriosa desaparición y reaparición del abogado defensor de una de las acusadas, quizás con el intento de desplegar una cortina de humo, un elemento de distracción o de plantar un árbol delante para que impida ver el bosque… al Jurado, claro está.

 

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