El presunto asesino de la peregrina norteamericana Denise Pikka se sintió aliviado después de mostrar a la Policía el lugar donde estaban los restos de la mujer. “Cambió su cara cuando encontramos el cuerpo. Su rictus de relajó, era como quitarse un peso de encima. Como decir que hasta aquí llegamos, se acabó el calvario”, declaró hoy un subinspector del Grupo de Desaparecidos y Homicidios de la Policía Judicial que estuvo presente en ese momento y que comentó que esa reacción es habitual en personas que no comenten ese tipo de actos habitualmente.
A ese punto llegaron gracias a las indicaciones del acusado, que tras una leve desorientación, les dirigió al lugar exacto donde se encontraban los restos -“el punto inequívoco del hallazgo”-, en avanzado estado de descomposición, y que desprendían un fuerte hedor. El cadáver de Denise estaba en una finca rodeada por una valla de piedra muy larga, a menos de tres kilómetros en línea recta de la vivienda del presunto asesino.
El agente, primero en la jornada de hoy en prestar testimonio en el juicio que se celebra en la Audiencia Provincial de León contra Miguel Ángel Muñoz, habló que “alivio” y subrayó que conoce por su experiencia que cuando alguien que no está acostumbrado comete un crimen siente “la necesidad de contarlo”. Si hubiera querido que antes de ese momento apareciera el cadáver, dijo, lo hubiese dejado en cualquier lugar más accesible o visible que el que escogió.
No fue posible, sin embargo, localizar las manos de la víctima, que no aparecieron a pesar de la búsqueda llevada a cabo tras las indicaciones del acusado, que las situó “cerca de su casa, en unas oquedades”.
Este subinspector es el mismo que intentó calmar el grado de nerviosismo y ansiedad que presentaba el sujeto y al que se dirigió después de ser detenido en Asturias y trasladado en helicóptero a Astorga el 11 de septiembre para decirle “como un confidencia, que quería colaborar y mostrarnos dónde estaba el cadáver”.
Llamada de descarga
El subinspector identificó como una “llamada de descarga” la larga comunicación que el acusado mantuvo con su ex pareja poco después de que ocurrieran los hechos. Es, dijo el agente, algo habitual cuando alguien que no está acostumbrado ha cometido un delito de gravedad y necesita contactar con una persona a la que considere cercana. “Una persona que mata a otra tiene un cargo moral y psicológico muy alto”, remarcó y una llamada telefónica puede relajarle.
La madre de la hija de Muñoz y su padre confirmaron a la Policía en sus declaraciones que estuvo vinculado al movimiento antiglobalización en Génova en 2001, que participó en acciones contra contra el G-8, y estuvo relacionado con la guerrilla zapatista y con la guerrilla colombiana.
El policía también confirmó que existían quejas sobre el comportamiento del peregrino en el entorno de su lugar de residencia y de que había molestado a algunas caminantes en las proximidades de su domicilio, lo que también hizo que se le situase como sospechoso. Además, señaló que se había localizado incluso algún punto de observación que había habilitado “como los que ponen los cazadores para no ser descubiertos por las presas”.