LA CRÓNICA DE FRANCISCO j. martínez Carrión

Juzgar a Monserrat y Triana no es de cobardes

Con cara de póker. Impasibles. Tensos, fríos y distantes. Así se mostraron ayer en la sala de vistas de la Audiencia Provincial de León los tres jueces que componen el tribunal que ha de sustanciar el recurso contra la condena de 20 años de prisión a Triana Martínez
Montserrat González (D) y Triana Martínez, a su lado. Efe / Pool / ical

Con cara de póker. Impasibles. Tensos, fríos y distantes. Así se mostraron ayer en la sala de vistas de la Audiencia Provincial de León los tres jueces que componen el tribunal que ha de sustanciar el recurso contra la condena de 20 años de prisión a Triana Martínez, a la que el Jurado popular consideró culpable del asesinato de la expresidenta de la Diputación Isabel Carrasco.

En una sala vacía, salvo por los periodistas y gráficos, el abogado de la defensa de Monserrat y Triana, Ángel Martínez, representó el papel de Clint Eastwood en “Sólo ante el peligro”. Sólo le faltó ponerse en medio de la sala, ante el tribunal y acariciar, desafiante, la culata de su revólver. “Sean valientes y dejen en libertad a Triana como hicieron con Raquel Gago”, espetó el abogado, mirando fríamente a los ojos de los jueces y en ademán de desenfundar antes que nadie su revólver.

Pero esto es un juicio y no la calle desierta del poblado del Oeste de Almería. Un juicio muy peliculero, eso sí, con mucho teatro y demasiada sobreactuación. Como la que demostraron ayer mismo, esta vez por videoconferencia desde la cercana cárcel de Mansilla de las Mulas, las dos condenadas por este crimen: la madre, Monserrat; y la hija, Triana. Las dos cumplieron perfectamente con el guión. Cuando el presidente del tribunal las autorizó a decir lo que estimasen conveniente, las dos lo hicieron entre lloros y voz lastimera.

Los tres jueces ni se inmutaron ante las lágrimas de madre e hija. Esas mismas lágrimas no lograron conmover en su día a los miembros del Jurado popular, así que menos lo iban a hacer ante tres curtidos y veteranos jueces, que ni siquiera se dignaron mirar a la pantalla de televisión sobre las que madre e hija derramaban sus lágrimas enlatadas.

La Fiscalía y los abogados de las acusaciones particular y privada se limitaron a reiterar su postura de absoluta oposición a que Triana pueda quedar en libertad provisional. Sus argumentos ya son conocidos: la contundencia de la condena por delitos muy graves, que no ha cumplido el 50% de la pena impuesta y el alto riesgo de fuga.

En el banquillo contrario, solo, el abogado defensor, Ángel Martínez, en sustitución del televisivo José Ramón García, centró su intervención en reclamar la libertad provisional para Triana. No malgastó tiempo ni argumentos en Monserrat, la cual, como autora confesa del crimen, sabe perfectamente que nunca alcanzaría la libertad provisional al comienzo de su condena.

Así que, el abogado esgrimió sus argumentos para reclamar la libertad provisional para Triana en base a las contradicciones del veredicto del Jurado; a que la sentencia no es firme y las altas posibilidades de que el Tribunal Supremo revoque en su día la sentencia de la Audiencia de León y absuelva a Triana; que no hay riesgo de fuga dada la fuerte dependencia emocional con respecto a su madre, que seguiría en prisión; que tampoco hay ya riesgo de destrucción de pruebas; y que, por supuesto, no hay posibilidad de repetir un acto criminal como por el que ha sido condenada.

Además, el abogado esgrimió el argumento del agravio comparativo. Si la otra condenada, la policía local, Raquel Gago, goza del régimen de libertad provisional, ¿por qué no conceder el mismo trato a Triana?

De ahí la apelación a la valentía de los componentes del tribunal. “Sean valientes y dejen en libertad a Triana como hicieron con Raquel Gago” espetó el acalorado abogado defensor. Gago fue declarada culpable por el Jurado popular y el juez la condenó por encubridora a cinco años de prisión, pero permitió, en una decisión controvertida y polémica, que siguiera en libertad provisional bajo fianza de 30.000 euros.

Desde la lejanía y a través de la frialdad de una pantalla de plasma, Monserrat y Triana actuaron como las plañideras manchegas de las películas de Almodóvar y se limitaron a llorar, suplicar, suspirar y lamentarse por su injusta situación. Triana reiteró, con voz quebrada y titubeante, que era inocente y que no entendía por qué seguía en la cárcel. La madre, Monserrat, abatida y entre sollozos, exigió la libertad para su hija.

Se espera que la Audiencia Provincial de León mantenga las condenas ya impuestas en su día tanto a Monserrat como a Trina y dejar que sean las instancias superiores, es decir el Tribunal Superior de Justicia de Burgos y el Tribunal Supremo, los que dicten en su día la sentencia definitiva.