Crónica de un confinamiento anunciado

<< El día que iban a comunicar si alargaban el confinamiento dos semanas más, Santiago se levantaba a las 5.30 de la mañana para sentirse, de alguna forma, persona productiva dentro de las limitaciones de tener que estar encerrado en casa. La verdad es que los números no eran nada esperanzadores. Los contagios están completamente desbocados y la cifra de muertos diarios… es solo un número, pero hay tantas cosas tras ellos…

Suena el teléfono. Es su hermano David, que intenta levantarle el ánimo. Éste aun se siente culpable de que su madre se contagiase en la cena de nochebuena. El resto de la familia han tenido suerte, pero ella aun sigue en coma inducido en la UCI. Las dichosas navidades… No era buena idea juntarse este año. No se había aprendido nada de todo lo ocurrido durante los meses anteriores… >>

Esto no es el inicio de una nueva novela . Es una sensación, un atisbo de algo que todos sabemos, pero que por algún motivo nos negamos a aceptar. Que estas navidades son la antesala de la que quizás sea la mayor catástrofe natural desde hace un siglo. Lo peor de todo, es que esto no es una situación que se escapa a nuestro control como pudiera ser un terremoto. Ya es algo conocido y al menos, en este caso, podemos sujetar el volante aunque solo sea con una mano.

Quedan pocos días para celebrar un evento tradicional, que algunos celebran con gozo y rigor, mientras otros quizás lo celebran de forma instintiva pues, a fin de cuentas, es un evento que hemos repetido numerosas veces a lo largo de nuestra vida. Pero este año hay un huesped nuevo, un inquilino que nadie sabía que había sido invitado y que ni esperábamos ni queríamos, y a pesar de ello este nuevo invitado va a querer “celebrar” con nosotros la navidad. Pero este nuevo huésped no viene a cantar villancicos, ni a meterse un buen atracón de turrones, ni a abrir regalos… Viene con la intención de procurar arruinarte, no estas navidades, sino todas las futuras navidades en las que recordaras que esta enfermedad se llevo a un ser querido durante estas fechas tan señaladas.

No es necesario ser un entendido en enfermedades infecciosas para saber que, si prevalece la irresponsabilidad social y no se toman medidas o restricciones contundentes de forma inmediata por parte de las autoridades, el próximo ano será todavía mas lúgubre que este 2020. Solo serán necesario enero y febrero para hacernos ver que la terrible historia de este ano solo era la punta de la lanza. Es bien conocido por todos que esa realidad esta ahí, acechándonos a la vuelta de finales de año. Lo sabemos, lo pensamos en voz alta y se lo decimos a nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo, que viene algo peor de lo que hemos vivido, y aun así son muchos los que siguen sin asumirlo y sin estar dispuestos a sacrificar estos días.

El hecho de que profesionales sanitarios tengan que emplear como símil los fallecidos por un accidente de avión, para reflejar los muertos por esta enfermedad cada veinticuatro horas en todo un país, solo refleja la insensibilidad que existe a nivel social con respecto a las consecuencias que esta ocasionado esta enfermedad. Es comprensible el nivel de fatiga mental que tenemos acumulado tras meses de restricciones, cierres, aislamientos…. Pero ello no justifica la irresponsabilidad de no protegernos entre nosotros. Son muchos los que promulgan la defensa de la economía por encima de la salud, y por ende de la vida de algunas personas, con proclamas del tipo: “morir de covid o morir de hambre”, como si no existiera un punto intermedio entre ambos términos. Para salvar un negocio, mas nos vale salvar a las personas, a nuestros clientes habituales, pues sin ellos , no hay negocio que valga.
Es sencillo. En las próximas semanas, no se trata de salvar las navidades, se trata de salvar todas las vidas posibles, sin dejar a nadie en esta guerra contra el enemigo invisible. Y para ello, la mejor arma que tenemos es que, por una vez, no primemos los intereses individuales por encima de la sociedad. Estamos todos juntos en una funesta travesía en la que nosotros tenemos el volante, y ante la falta de liderazgo, todo esta únicamente en nuestra mano. Que no tengamos que arrepentirnos de decisiones tan triviales como son acudir o no a una cena o a una reunión de amigos. Que no tengamos que lamentar la irresponsabilidad de mirar a otro lado y hacer como si nada de esto existiese. Hagamos todo lo necesario estos días para que en las siguientes navidades podamos agradecer, esta vez sí, que estamos todos juntos de nuevo para celebrarlo, pero sobre todo que estamos.

Edgar Blanco Molina.

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