Crédito para las pymes

 

La financiación de las pequeñas y medianas empresas en tiempos de crisis es el tema de análisis y debate que el grupo de comunicación NER, editor de este digital, propone para este viernes, día 6, en Ponferrada. Es una propuesta de calado, una especie de bajada a los infiernos de la crisis porque si durante todos estos años se ha hablado y se sigue hablando de crisis es precisamente por la ausencia casi total de financiación o de crédito en general y a las empresas, a las familias y a los profesionales en particular.

Antes de 2008 el acceso al crédito era muy fácil. Había tal abundancia de dinero que las entidades financieras acosaban a los clientes para ofrecerles dinero barato y a largo plazo para cubrir las necesidades que quisieran. No había prácticamente límites y el control del riesgo se relajó tanto que sólo una mínima garantía personal era suficiente para encontrar financiación. Todo el  mundo creyó, incluido el Banco de España, que la época de bonanza iba a ser interminable. Pero en 2008 estalló la burbuja financiera e inmobiliaria y el grifo del crédito se cerró totalmente, cortando todas las líneas de financiación a las empresas.

La crisis obligó a las entidades financieras a utilizar todos sus recursos a combatir la alta morosidad, a reforzar la hucha de sus provisiones y dotaciones, a sanear sus balances y a incrementar su capital básico. Se redoblaron los controles y se endurecieron las condiciones para la financiación. Hasta hace muy poco si una pyme pedía un crédito, las condiciones para obtenerlo eran casi imposibles y no sólo por el alza de los intereses sino por las excesivas garantías y avales que se pedían. Ya no bastaba con ser un  privilegiado con nómina o con tener las cuentas de la empresa saneadas y con perspectivas de negocio estable, ahora se exigían avales de familiares y otras garantías complementarias, casi hasta la asfixia total.

El resultado fue el cierre de empresas, el incremento del paro hasta cifras inasumibles y una dramática reestructuración del sistema financiero que se llevó por delante el sistema de cajas de ahorro, una de las bases del crédito hasta ese momento.

Las cajas rurales, aunque salpicadas por el estallido de la burbuja inmobiliaria, han aguantado el envite por varias razones, entre ellas porque se han mantenido fieles a sus orígenes, es decir son entidades muy pegadas al terreno, conocedoras de las necesidades de sus clientes y del territorio en el que operan y comprometidas con el desarrollo económico de sus socios. La desaparición de muchas cajas de ahorro ha proporcionado a las cajas rurales el terreno que necesitaban para crecer y consolidarse. Además, su existencia supone hoy una garantía de competencia, sobre todo, en el mundo rural, donde los grandes bancos no llegan o si lo hacen es con productos muy urbanos y con escasa oferta para este mercado tan específico.

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