Contra el coche

Cuando vivía en Barcelona ciudad, la visión de miles de coches entrando y saliendo continuamente de la ciudad por el Paseo de Valle de Hebrón me resultaba horrorosa, un disparate más de una ciudad que se comporta como un monstruo del consumo energético. Ahora que vivo en Ponferrada, me resulta sorprendente ver que en esta ciudad, y en la comarca del Bierzo, todo está montado alrededor del coche, que existe una muy fuerte cultura del vehículo privado para transporte personal. Para mi sorpresa, repito, observo que aquí se ha copiado el modelo norteamericano de estilo de vida, muy insostenible por cierto, donde se usa el coche para ir de un sitio a otro sin contemplar alternativa: de casa al lugar de trabajo, del trabajo a casa, para llevar los hijos al centro educativo y para recogerlos, para ir a comprar a las superficies de mercado, para visitas, para actividades de ocio y para dar vueltas.

Parece que aquí en el Bierzo, como en el resto de España, se vive de espaldas a la realidad y no se quiere ver lo que es evidente: que la cultura del coche está condenada a desaparecer, que su uso cada vez se irá reduciendo más, inexorablemente. El pico de la producción de petróleo entre 2015 y 2018 llevará consigo una caída rápida en su producción en los próximos años, con un declive en la disponibilidad de combustibles que irá aparejado al declive del uso del coche particular. Las compañías petroleras hace algunos años que ya han dejado de invertir en la búsqueda y explotación de nuevos pozos por las fuertes pérdidas entre el costo de buscar y poner en explotación lo poco nuevo que se iba encontrando y la rentabilidad de estos. Todos los grandes pozos petrolíferos del planeta están en caída de producción.

Conclusión: el petróleo va a escasear y se encarecerá, de aquí algunas guerras de estos últimos años (Irak, Siria, y en cierto modo la de Rusia-Ucrania), donde los EEUU han intentado apropiarse de este recurso para mantener su nivel de vida; la gasolina escaseará y se encarecerá y el estilo de vida norteamericano, que gira en torno al coche, se hará cada vez más insostenible; ya hay muchas grandes ciudades que prohíben el uso de coches con motor diesel, no por ser muy contaminante, que lo es, sino porque este derivado del refino está escaseando para la demanda que hay; para 2035, la Unión Europea prohibirá la fabricación de coches con motor de explosión y solo se fabricarán eléctricos, para quien pueda costearlos. El petróleo se acaba y no hay sustituto que pueda dar la suficiente energía para mover tantos kilos de masa de vehículos en el mundo.

Y aquí, en el Bierzo, parece que no se quiera renunciar al coche. Una economía, como la del Bierzo, muy centrada en el uso del coche, además de insostenible, está condenada al fracaso. Se dan situaciones que son tan inverosímiles como irracionales. Por ejemplo, conozco una mujer que respondió una oferta del SEPE (oficina de empleo) de Ponferrada, en la que una residencia de la tercera edad de Carracedelo demandaba cinco auxiliares de geriatría y, como ella no tiene coche y tampoco hay transporte público que cubra esa zona, tuvo que renunciar a esa oferta porque, como le dijeron, es necesario el coche propio para ir al lugar de trabajo. ¿Pero de verdad esa es la única manera de abordar su necesidad de personal? ¿Acaso no hay otras soluciones para que cinco personas puedan trabajar y esa residencia cubra esas cinco vacantes que necesita?

Tal como lo plantea esa residencia, cinco personas tienen que tener su coche propio. Serían cinco coches que se desplazarían de ida y cinco coches que se desplazarían de vuelta (en número de viajes y teniendo en cuenta el consumo de combustible). No le resultaría difícil, además de reducir costos, que la residencia contratara un vehículo de transporte para recoger las cinco personas auxiliares de geriatría en Ponferrada y proximidades y las llevara a Carracedelo y, después de la jornada de trabajo, las llevara de vuelta a su origen. Sería un solo coche de ida y uno solo de vuelta. Pero no, hay que gastar energía en mover cinco vehículos.

Hay una empresa, contratada por la Diputación de León, que cubre el servicio de ayuda a domicilio para personas dependientes en los pueblos del Bierzo y, lógicamente, es imprescindible tener coche propio para para poder trabajar en este sector de servicio. Sí, entiendo que, para poder atender a personas en pueblos, es necesario desplazarse hasta allí, pero, a medida que el coste del combustible se incremente, se reducirá el margen del beneficio de los trabajadores que, como consecuencia, puede que declinen realizar ese servicio o puede que exijan un aumento salarial que, en este caso, corre a cargo del dinero público que extrae el Estado de todos sus contribuyentes y destina a la Diputación de León en sus presupuestos. Todo el dinero que se desvíe en mantener el costo de ese consumo de combustible es dinero que no se podrá destinar a otras actividades o a la creación de empleo. En otras palabras y por extensión, mantener una flota de coches particulares y su consumo energético va en contra de las posibilidades de reducción del desempleo.

Hay otras formas de solucionar el problema asistencial de personas dependientes en pueblos y no necesariamente tienen que pasar por un exceso de desplazamientos en vehículos privados donde solo va una persona asistente. Una de ellas es buscar personal de proximidad. Es absurdo que personal de una empresa de Ponferrada, que lleva el servicio de una pequeña residencia de un pueblo del área de influencia de Astorga, tenga que hacer unos 80 km de ida y otros tantos de vuelta en cada jornada de trabajo, cuando alguien de Astorga está mucho más cerca. Supongo que  a la empresa le salen las cuentas, pero a la larga esto será cada vez más prohibitivo en términos de costes energéticos.

Así se podría seguir con más ejemplos, donde, para mantener el nivel económico de muchos bercianos automovilizados, se perjudica a otros sectores de la población berciana, en especial a los jóvenes y a aquellos que no tienen coche. La economía berciana es costosa, pues tiene una fuerte dependencia del vehículo privado, y esto merma las posibilidades de quienes no viven la cultura del coche. El alcalde de Ponferrada ha lamentado que su ciudad pierda población y el secretario general de la delegación de un sindicato de trabajadores ha advertido que la marcha de tantos jóvenes de Ponferrada será un fracaso para esta población. Si se van tantos jóvenes de Ponferrada, será por algo. Yo apunto a una de sus causa principales: el costo de mantener una cultura del coche que tiene su tiempo contado. Tantos años después que el zamorano Agustín García Calvo hubiera escrito el libro “Contra el automóvil”, no me queda más remedio que seguir sus pasos y perseverar en esa actitud.

Carlos Macías Castro 

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