E. F. Gordón/ Ical En mayo de 1991, con Jesús Posada como presidente, la Junta creó la figura del Cronista de Armas de Castilla y León. Este cargo, nombrado por Decreto, igual que el de presidente, y equiparado institucionalmente al rango de director general, lo ostenta desde entonces Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, vizconde de Ayala y marqués de La Floresta. Entre sus labores, se encuentran las de ejercer de consejero cualificado en materia de Historia, emblemas, símbolos, ceremonial y protocolo y poner a disposición de los ciudadanos un registro público de escudos de armas y un servicio de certificación oficial de documentos familiares.
Según el Decreto 105/1991, de 9 de mayo, el Cronista de Armas de Castilla y León debe informar de cuantas cuestiones de su especialidad le sometan la Junta, las diputaciones provinciales y los ayuntamientos, pero también ostenta las facultades y competencias tradicionales de los antiguos Cronistas, Reyes de Armas y Heraldos de Castilla y León, contenidas en el Real Decreto de 29 de julio de 1915, y el Decreto de 13 de abril de 1951. Es decir, que es de su competencia todo lo relativo a los emblemas y símbolos públicos institucionales -municipales-, pero también tiene la facultad de certificar y registrar armerías a ciudadanos.
Es decir, quien se define como un ””atento observador de la condición humana”” es, pues, un fedatario de la Historia, una herramienta para la conservación de las costumbres y un auxilio de las instituciones y particulares. Los emblemas heráldicos, principalmente de los ayuntamientos, y el registro de los que solicitan los ciudadanos a título individual constituyen sus dos principales áreas de trabajo en lo que afecta a esta faceta profesional de este noble nacido en Madrid, considerado un erudito en ésta y otras materias. “No es más que un estudioso de la Historia de Castilla y León y un consejero o consultor de la Junta, dedicado a conservar amigablemente algunas de nuestras más añejas tradiciones, y a difundirlas por la región, por España y por el mundo”, resume sobre el título que sustenta su misión.
Desde que accedió al cargo ha redactado y emitido casi 1.200 informes y dictámenes sobre la adopción o modificación de escudos y banderas institucionales, con una media anual de medio centenar, y ha tramitado cerca de 600 expedientes de armerías de ciudadanos particulares. Documentos, sellos, placas, condecoraciones, uniformes, fachadas… los símbolos sobre los que se pronuncia el Cronista de Armas de Castilla y León están presentes en el día a día de las instituciones. Son el reflejo y resultado de una labor que Alfonso de Ceballos-Escalera asumió cuando era ya titulado superior y oficial de la Armada y contaba con un sólido conocimiento de los estudios heráldicos -era el director de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía-. “Después sí que he procurado completar esa formación académica, por ejemplo alcanzando tres doctorados en tres universidades públicas distintas”, comenta.
El cargo de Cronista de Armas, dependiente de la Consejería de la Presidencia, a través de la Dirección de Ordenación del Territorio y Administración Local, es honorífico y no tiene una remuneración directa. Los servicios que presta son gratuitos para la Junta, diputaciones y ayuntamientos y los particulares abonan los gastos de las certificaciones que solicitan. La compensación, asegura, “es de índole moral: la del reconocimiento público y privado de los méritos y servicios al bien común. Este reconocimiento se manifiesta de muchas maneras y en muchas ocasiones; baste decir que la principal de ellas ha sido el mantenimiento en el cargo durante ya casi un cuarto de siglo”, asegura.
Dentro y fuera de la Comunidad
Las competencias territoriales de la figura del Cronista de Armas se limitan al territorio de la Comunidad autónoma, pero las personales, considerando la expresa remisión de competencias a los reales decretos de 1915 y 1951, no tienen esa restricción. En lo que atañe a la heráldica pública, cita entre sus dictámenes los referidos a las propias armerías de la Junta (en 1992, 1993 y 2001) y entidades como la Diputación de Salamanca (1996), además de numerosos informes sobre la destrucción de piedras heráldicas o los traslados ilegales de las mismas -casos sobre los que también emite informe-.
En lo que se refiere a la heráldica privada, subraya que en su condición de Cronista de Armas de Castilla y León, prestó servicios al rey Juan Carlos como su ””heraldo privado””, preparando, por ejemplo, por encargo de la Casa del Rey, sendas certificaciones de armas para algunos nuevos titulados (Sabino Fernández Campo, Conde de Latores; el almirante Poole, jefe del Cuarto Militar; el académico Conde de los Alixares; el músico maestro Rodrigo, Marqués de los Jardines de Aranjuez), o para algunas personalidades internacionales, incluso dos jefes de Estado (el Príncipe Gran Maestre de la Orden de Malta en 2008 y el presidente de Ucrania en 2011). Todas ellas tienen la particularidad de haber sido firmadas ””manu regia””, es decir, por el propio monarca, resalta Alfonso de Ceballos-Escalera. En este mismo campo de los escudos de armas de ciudadanos particulares, también considera reseñables los intentos -aunque pocos- de engañarle mediante genealogías, historias familiares o titulaciones inciertas e incluso falsificadas; casos que en alguna ocasión tuvo que denunciar ante los tribunales.
El trabajo que desarrolla el Cronista de Armas de Castilla y León ha dado a la Junta y la Comunidad autónoma cierta visibilidad internacional, ya que al elevado número de aficionados a la heráldica, se suma la gran cantidad de descendientes de emigrantes españoles que se interesan por mantener sus vínculos familiares con la Península, lo que hace que dicha labor sea muy conocida en distintos paíes. Las propias embajadas y consulados españoles remiten directamente a esas personas hacia el Cronista de Armas de Castilla y León, que mantiene al respecto una correspondencia “muy crecida y constante”.
Vocación de estudio
El Cronista de Armas de Castilla y León afirma que lo más gratificante de su tarea es la posibilidad de prestar un servicio público, “y de prestarlo sin condicionante alguno. Es, obviamente, una doble vocación: la del servicio público -he sido oficial de la Armada-, y la del estudio de nuestra Historia -he sido profesor universitario-“. La vocación de aprender, relata, le llegó desde niño. “Pertenezco a una familia segoviana muy dedicada al ámbito cultural, mi tío abuelo el gran Marqués de Lozoya llegó a presidir el Instituto de España y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, a más de ser numerario de la Real Academia de la Historia y yo me crié en el Museo Arqueológico Nacional, donde trabajaba como facultativa mi tía Isabel de Ceballos-Escalera, que más tarde dirigió el Museo Nacional de Artes Decorativas”. Otro tío suyo, Luis Felipe de Peñalosa, vizconde de Altamira de Vivero, ejercía de director del Museo Provincial y director de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce. Su ámbito familiar era, así, muy proclive a la vocación de historiador. “El resto ha sido una mera cuestión de constancia en el estudio y en el trabajo de historiar. Horas, días, meses y años, muchos años”, resume.
Anecdotario
En sus ya más de dos décadas el el cargo ha tenido ocasión de vivir anécdotas o situaciones peculiares; algunas de las cuales accede a compartir. Unas divertidas, otras pintorescas, recuerda el caso de un ayuntamiento que pretendía quitar la cruz que remata la corona real española, que es un símbolo de Estado, y el de un consistorio leonés que le indicó que “las tres sardinillas de su escudo se creía estaban puestas en memoria de ser lugar de paso de pescados hacia la corte”, ¡cuando se estaban refiriendo a las tres flores de lis del escudo de España, nada menos!, apunta. En alguna ocasión también le han solicitado que informe acerca del himno que planteaba adoptar un municipio, para lo que tuvo que solicitar la ayuda de algún amigo músico y, tras comprobar que las propuestas “no sonaban mal”, emitió informe favorable a su aprobación oficial.
Exitosa invención heráldica
Aunque la situación periférica respecto de la Europa central hizo que los usos heráldicos llegasen en época algo tardía a los antiguos reinos de Castilla y León, éstos ocupan una posición reconocida en la historia de estos emblemas, recalca el Cronista, no solamente por la enorme difusión que en ellosalcanzaron sino, sobre todo, “porque aquí nació una invención heráldica que hizo fortuna en toda Europa: el cuartelado heráldico perfecto, introducido por el rey Fernando III el Santo hacia 1230 para dar cabida en sus armerías regias a sus territorios de León y Castilla”. Así, el cuartelado de Castilla y León fue el símbolo de la Corona y del Reino, “de cuyo gran prestigio da somera idea el hecho de que, cuando siglos después estas armerías se combinaron sucesivamente con las de Aragón, con las de Austria y Borgoña más tarde, permanecieron siempre ocupando el lugar preeminente en el Escudo Real, como aún lo ocupan en nuestros días”.
La composición en cuartelado, incide, fue una novedad heráldica muy notable, “pues marca de modo perfecto la fusión en términos de igualdad de ambos reinos, por un exacto equilibrio de superficies”. Esta exitosa invención castellano-leonesa para combinar dos armerías distintas se difundió rápidamente por todo el orbe occidental, concluye, donde tuvo una aceptación prodigiosa, alcanzando incluso hasta los países eslavos y nórdicos.