¿Cómo llevaron a cabo los romanos la explotación del oro en la Sierra del Teleno?

Una investigación liderada por la Escuela de Minas de la ULE analiza los factores determinantes de la explotación del oro en la Sierra del Teleno, un estudio que sirve de pista para identificar otras zonas arqueológicas
Sierra del Teleno / Foto: Javier Fernández Lozano.

Agencia DICYT

Los romanos realizaban una minuciosa planificación de la explotación aurífera, teniendo en cuenta las características geológicas y climatológicas para maximizar la extracción de oro, según demuestra una investigación publicada por la revista científica Geomorphology que se centra en el análisis de los restos mineros de la Sierra del Teleno, al sur de León. Este estudio multidisciplinar, en el que colaboran investigadores de la Universidad de León, Castilla-La Mancha y Complutense de Madrid, aporta un estudio inédito basado en la combinación de análisis geomorfológico, teledetección a partir de datos LiDAR y estadística, que puede servir para identificar zonas arqueológicas menos estudiadas.

El geólogo Javier Fernández Lozano, junto con otros expertos, lleva años estudiando la minería romana del oro de forma exhaustiva desde el punto de vista de la geología, la arqueología, la geomática y el uso de nuevas tecnologías. Sin embargo, esta vez los investigadores reúnen todos estos datos y combinan el estudio de elementos geomorfológicos del paisaje y el análisis estadístico para extraer nuevas conclusiones, en un trabajo que se sitúa en la vanguardia del conocimiento sobre esta cuestión, y que refleja una cuidada planificación del territorio para organizar esta actividad económica en época romana.

Los investigadores, en la sierra / Foto: Javier Fernández Lozano.

Los romanos explotaban el oro gracias a que conseguían canalizar el agua hasta los depósitos que albergaban este metal de forma eficaz con la construcción de estanques y canales. “Antes de abrir las minas, ellos sabían localizar los yacimientos y planificaban cómo llevar el agua teniendo en cuenta el relieve y el clima”, explica el experto en declaraciones a DiCYT.

Por ejemplo, “se decantaban por la construcción de estanques en las laderas sur de las montañas, sobre todo en zonas elevadas, para favorecer la rápida obtención de agua a través del deshielo”. La nieve se acumula en las cotas más elevadas y se derrite antes en las laderas meridionales, lo que permitiría a los romanos dedicar más tiempo al trabajo en la explotación minera de los valles situados hacia el sur y, por tanto, optimizar el trabajo, ya que cuanto más pronto comenzase la labor de explotación, más oro podrían obtener.

El mayor número de estanques –más de 60 en la zona estudiada– se sitúa entre los 1.800 y los 2.000 metros de altura, lo que significa que con ellos se pretendía obtener el agua, precisamente, procedente de la fusión de la nieve. Otros, ubicados por debajo de 1.600 metros, se abastecen de arroyos, ríos o manantiales. Además, este tipo de obras hidráulicas rara vez se sitúan en pendientes superiores a 20 grados.

Aunque muchas de estas conclusiones puedan parecer lógicas, es necesario aportar datos que demuestren que existía esa planificación y el análisis estadístico permite avanzar en este conocimiento. Así, al analizar el número de estanques, su localización y tamaño, se observan una serie de patrones comunes que evidencian la importancia de las características geológicas y climatológicas del terreno. “Al final todo tiene relación y fueron esos condicionantes los que marcaron la planificación que ayudó a explotar las minas”, asegura Fernández Lozano.

La gran dificultad a la que se enfrentan los investigadores es que en muchos lugares apenas hay datos ni restos visibles de los antiguos trabajos de extracción de oro, bien por causas naturales, como el aumento de la vegetación, o bien por causas antrópicas, como las labores agrícolas o forestales que han borrado las huellas de la minería.

Por eso en esta investigación se han utilizado datos de las técnicas geomáticas más sofisticadas, como el LIDAR aerotransportado (un láser que dibuja el relieve del terreno desde el aire) y el tratamiento de las imágenes que proporciona a través de modelos digitales. Este trabajo identifica elementos naturales y antrópicos que tapizan toda la superficie del terreno a partir del reconocimiento de las formas del paisaje mediante cartografía geomorfológica. “Generamos modelos de relieve de alta resolución que facilitan la identificación de huellas antrópicas y naturales”, señala el geólogo, “distinguiendo entre diferentes tipologías de restos mineros”.

En este trabajo, el análisis estadístico de elementos antrópicos como canales y estanques resuelve algunas preguntas sobre la distribución del entramado minero. “Nos llamaba mucho la atención que la zona sur tuviera muchos más estanques para el acopio de agua que la zona norte y la hipótesis de que se derrite antes la nieve era una de las explicaciones más probables, pero podía haber habido otros motivos, como una orografía septentrional más compleja, y este trabajo nos ayuda a aclararlo”, señala.

Las obras hidráulicas de los romanos generan unas marcas muy características en el terreno y, a base de estudiarlas a través del análisis geomorfológico de los restos en zonas donde hay buenos ejemplos, los investigadores van descubriendo claves que ayudan a distinguir la minería aurífera de los elementos naturales por muy oculta que ésta se encuentre. En ese sentido, los resultados se pueden extrapolar a zonas aún más complejas de estudiar. “Uno de esos casos son las minas de los Cárpatos, en Rumanía, donde también hay antiguas minas de oro romanas que están menos estudiadas que las de España, porque se trata de zonas con mucha vegetación, muy húmedas y con una orografía complicada.

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