El Club de los Viernes

“En fin, ¿hay algo más intolerable que un pobre soberbio?
A nadie odien ni envidien las cosas perecederas de nadie (…)
No se contenten con dar las gracias de palabra por lo que han
recibido, conserven el ánimo agradecido, es decir, acuérdense del
beneficio recibido y no derrochen torpemente lo que les ha sido
dado ni tampoco lo guarden con ruindad.”

Juan Luis Vives, “Cómo deben comportarse los pobres”,
en Del socorro de los pobres, 1526

Ya saben los lectores que la fundación de un conocido empresario español ha donado dieciocho millones de euros a la Gerencia Regional de Salud de Castilla y León destinados a la compra de equipos para el diagnóstico y tratamiento de procesos oncológicos en centros hospitalarios de la Comunidad.

Esta donación forma parte del programa de apoyo a la oncología española, dotado con un presupuesto de trescientos veinte millones de euros, que esa fundación mantiene para instalar equipos de última generación en los hospitales públicos de toda España. Además de Castilla y León, ya se han beneficiado de él Galicia, Asturias y Andalucía.

Entre las reacciones que ha suscitado aquí esta iniciativa, nos ha llamado la atención la de una periodista local, una de esas incontables mediocridades que todos los días y en todos los medios no dejan de fastidiar con sus columnas insípidas y sus articulillos de opinión rezumantes de ignorancia, sectarismo y adulación a la ideología dominante. En vez de hacer lo que otras veces, interrumpir la lectura en la tercera línea (la calaña se huele en la primera), vamos a analizarla entera porque es representativa de una actitud muy extendida en nuestra sociedad y un augurio del porvenir que nos espera: pobreza, ignorancia y sumisión.

Comienza perdonando la vida al empresario:

“No le vamos a afear (…) su gesto con los servicios públicos sanitarios después del tajazo que han sufrido con los recortes presupuestarios.”

Un ripio, como podéis ver, forma digna de la materia. La primera reacción es un “no”. Luego menciona otros beneficios que el donante ha dejado en León, como la creación de seiscientos puestos de trabajo o la dotación de becas para estudiantes. Naderías que solo sirven para concederle el indulto. Pero, como sabéis, con el indulto se le perdona el castigo, no su responsabilidad por el delito.

-Pero ¿qué delito?-, diréis.
Pontifica:

“El gesto le puede engrandecer como persona, pero no como empresario. Sabemos que las donaciones está sujetas a una desgravación fiscal …Y sabemos, en fin, que la mayor parte de sus empleados se radican en las factorías extranjeras sujetas a condiciones laborales y salarios que nada tienen que ver con las europeas.” (sic)

El delito consiste en donar como empresario y la culpa es de lesa corrección política por acogerse a exenciones fiscales y contratar trabajadores fuera de Europa. Para redimirse de este horroroso pecado, debería tributar al 99%, no sacar la producción de España, cobrar el SMI, comer de latas y bocadillos, dormir en un cajero y finalmente, suicidarse.

Para no quedar como Évole en Camboya, sería importante conocer, en primer lugar, qué dicen al respecto los trabajadores de esos países. Pero aparte de esto, lo que condena la Suprema Autoridad Ideológica, tribunal difuso como el de Kafka en El proceso, que estaba en todas partes y aquí en el teclado de esta redactora, es que un rico decida ayudar a sus conciudadanos sin pasar por la tributación al Estado.

Es delito gravísimo contra la Suprema Autoridad Ideológica pretender que tu dinero se invierta íntegramente en tratamientos médicos y no se lo gasten políticos ni burócratas en mordidas, comisiones, sobornos, coimas, enchufes de amiguetes y familiares, propaganda en medios quebrados y televisiones ruinosas, rescates bancarios, subvenciones a partidos y sindicatos, ayudas a empresas ineficientes, etc, etc, etc., con absoluto desprecio del bien común. Porque las ingentes cantidades de dinero que se pierden en España por el despilfarro y corrupción han sido arrebatadas antes al contribuyente.

Remata con una especie de sarcasmo, dejando el ánimo del lector calado y tiritando con tantas lágrimas:

“Desmantelada la industria y la democracia (sic), la provincia está al albur de mecenas y multimillonarios que quieran salvarla”.

Y tenemos que darle la razón. Nos aguarda una pobreza pavorosa. Sorprende que en tan poco espacio se pueda acumular tanta miseria moral, tanta ignorancia económica, tanta vileza y tanta envidia. Ni una palabra de gratitud, ni una expresión de alegría por los miles de enfermos que vivirán más y mejor gracias a esas donaciones. Es de una bajeza y de una ruindad que hiela la sangre.

Mientras este espíritu maligno reine en León, no esperemos riqueza ni prosperidad para el futuro. Harán bien los jóvenes en irse. Los que, de momento, permanezcamos aquí, sigamos el consejo del gran humanista valenciano porque, si no, no quedarán en el mundo ricos ni mecenas que quieran ayudarnos.
Susana Arguedas
Club de losViernes de León