Bueno, pues, ya está, Cendón es el nuevo líder socialista provincial. Ganó muy ajustado, pero ganó. Por apenas setenta votos contra Diego Moreno. El resultado es que la nueva era nace con el partido dividido en dos bloques. Cada uno con su propia naturaleza. Cendón gana con el apoyo del aparato saliente, con Tino Rodríguez haciendo de maestro de ceremonia en la noche electoral, con la vieja guardia, encabezada por Jaime González, felicitándose por el éxito y con Rodríguez Zapatero, con una antena puesta desde Mozámbique. Alguien en la noche electoral llevó vino y cava. Como en las buenas noches en las que el PSOE ganaba al PP. Pero, ahora, se trataba de compañeros. Demasiada euforia para una victoria interna.
En la otra mitad del partido, silencio sepulcral. Sonrisas forzadas y mucha solidaridad de esa de entierro, de perdedores. Diego Moreno felicitó al ganador y se marchó. No estuvo bien. El compromiso con la prensa era que los dos candidatos iban a comparecer juntos. Moreno prefirió lamerse en solitario sus heridas. Le aconsejaron mal. La grandeza de un perdedor se demuestra en estos detalles. En esos momentos primó más la decepción que el saberse representante de caso la mitad del partido. En fin, con él fue derrotado la vía sanchista. Quién lo iba a decir. Otra vez, dios mío, susanistas contra sanchistas y con Pedro Sánchez, ese día, ahí al lado, en Valladolid.
Hay una clave en la derrota de Moreno: Ibán García del Blanco. Algún terapeuta de esos de películas yanquis debería analizar en el diván la memoria colectiva socialista leonesa. García del Blanco, secretario de Cultura de la Ejecutiva Federal, íntimo de Pedro Sánchez y secretario general de la Fundación Pablo Iglesias, es decir, uno de los prohombres socialista a nivel nacional, provoca una enorme rechazo en León, entre sus paisanos, entre sus compañeros socialistas, sobre todo en la agrupación de la capital leonesa. García del Blanco ni siquiera se dejó caer en todo el proceso electoral por León, pero sin embargo su silueta sobrevoló el ambiente. ¿De dónde viene tanto odio?, ¿tanta capacidad de rechazo como para provocar que la mayoría más uno del partido se alíe por cuestiones irracionales contra un candidato, cuyo pecado ha sido ser compañero y amigo de un denostado? Demasiado odio.
El PSOE se lo tiene que hacer mirar. Con un psicólogo. Pues, bien, éste es el punto de punto de partida del bueno y joven Cendón. Un partido dividido en dos trincheras. Ibanistas contra rodriguistas, sanchistas contra zapateristas, cendonistas contra tudanquistas. Demasiados ismos. Demasiadas cuentas que cobrar. No sé si habrá hilo suficiente para coser tantos desgarros. Y tan profundos.
Es la incógnita Cendón. Un joven aupado por viejos. ¿Otra vez la puesta en práctica de la lampedúsica teoría de cambiar algo para que nada cambie?, ¿una capa de barniz y ya está? La verdad es que en sus primeras declaraciones, Cendón muestra ganas de cambios. No deja de hablar de integración, unidad, cambios y, sobre todo, de primarias para la elección de todos los cargos públicos futuros. El movimiento se demuestra andando y, seguramente, no bastará con las buenas intenciones de Cendón. Su victoria tiene padrinos. Habrá que ver cuánto hilo del carrete sueltan los poderes fácticos socialistas. El tiempo despejará la incógnita y, mientras tanto, ábrase un periodo de gracia, de confianza y de dejar hacer. Cendón tiene la palabra y la acción.
.