Caso peregrina / Investigan la posible relación del detenido con los ataques a otras mujeres en el Camino y el móvil sexual

Una holandesa y una americana fueron abordadas por un hombre que les dijo que se llamaba "Miguel", a cara descubierta, desde su coche, tratando de introducirlas por la fuerza en el mismo
Denise -primera a la derecha- con otros peregrinos (Javier)

V.R.O. Que Miguel Ángel Muñoz Blas, asesino confeso de Denise Thiem, robó a esta mujer es una realidad. Ahora la investigación se centra en saber si también la agredió sexualmente, lo que desvelará la autopsia. Al mismo tiempo, prosiguen las investigaciones sobre las agresiones denunciadas por otras peregrinas, como el ataque que sufrió una alemana a manos de un encapuchado en la misma zona. A una holandesa y una americana las habría abordado un hombre a cara descubierta, desde su coche, bajando a hablar con ellas, diciéndolas que se llamaba “Miguel” -según publica El País- e intentándolas meter en el vehículo por la fuerza. Le ahuyentaron con los bastones que usaban para caminar y salieron corriendo.

Muñoz tenía fijación por las peregrinas. Las perseguía con su bicicleta, cambiaba las señales del Camino de Santiago para hacerlas pasar más cerca de su casa, las hostigaba. Su falta de respeto por ellas, tal vez por las mujeres en general, se hizo evidente hasta en el modo en el que se deshizo del cadáver de Denise. Ni se molestó en enterrarlo, estaba bajo unas ramas, prácticamente a la vista, a la intemperie, y, según ha podido saber este periódico, con claros signos de violencia. Y así ha estado el asesino conviviendo con el cadáver en su propia finca durante cinco meses. ¿No le remordía la conciencia? ¿Es cierto que puede tener algún problema mental?

Sus vecinos, pasado el ciclón mediático de los primeros días, guardan ahora silencio. “Mira yo no hago declaraciones. Estamos hablando de un asesino. Le meterán a la cárcel pero luego saldrá. Y volverá aquí. ¿Cuánto estará? ¿Unos años? Y si encima le declaran loco, menos aún. Aquí somos cuatro, y todo se sabe. Él sabe quien dice esto y lo otro, porque hay cosas que solo lo saben unos u otros. Y cuando salga todo el mundo se habrá olvidado del tema, pero nosotros tendremos que convivir con él”, explican a este periódico. Y es que Miguel Ángel Muñoz es violento, algún vecino lo sabe bien.

Miguel Ángel Muñoz Blas nació en Madrid en 1976 y antes de  llegar a Castrillo de los Polvazares, hace tres años, vivió en Móstoles, en Madrid. Tiene antecedentes penales por robo con violencia. Llegó a Castrillo huyendo de su pasado, regresando a las raíces, al campo, a la tierra de la que proceden algunos de sus familiares, oriundos de Valdemanzanas, en Santa Colomba de Somoza, el municipio vecino a Castrillo, donde según algunas fuentes está empadronado. Si la finca en la que instaló su casa prefabricada y su huerta es heredada se desconoce, pero lo cierto es que no se la compró a ningún vecino de Castrillo.

La conexión asturiana

Que Miguel Ángel fuera a esconderse a Asturias no es una casualidad. Ni que se hubiera unido a un grupo de peregrinos con los que estuvo unos días haciendo el Camino del Norte antes de ser interceptado por la Policía. Estos no daban crédito cuando, ante sus ojos y después de haberles pagado los bocadillos, le ponían las esposas. De hecho le “pillaron” cuando sacó dinero en un cajero para pagar esta comida. “Afable, con un toque hippie”,  así le describían los que le acompañaban con posterioridad.

El movimiento de dinero fue detectado por la Policía. Los agentes, vestidos de paisano, pasaron previamente por el albergue de peregrinos de San Salvador, donde confirmaron que Muñoz se había inscrito antes de ir a comer.

Pero la Policía de Asturias ya estaba alerta mucho antes. Fuentes de la investigación afirmaron a este periódico, antes de que se levantara el secreto de sumario, que Muñoz conocía de sobra “el mundo de los albergues” y, que efectivamente, como dijo a sus compañeros de viaje, había realizado el Camino o etapas del mismo en los últimos años. También se sabía que en algún momento había pasado por los pueblos ‘hippies’ de los alrededores del embalse de Grandas, donde al parecer tampoco se sintió a gusto, porque allí no se instaló. “Siempre vuelven a lugares que conocen”, afirmaba un inspector.

 

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