Amigo Félix
Hablar de Félix Rodríguez de la Fuente es hacerlo de un icono insustituible de la historia reciente de nuestro país. Sin su figura, hoy no podríamos entender la conciencia ecológica y el respeto por la Naturaleza que nuestra sociedad tiene. Este burgalés de origen fue un hombre avanzado a su tiempo, con planteamientos ambientales que aún siguen vigentes.
Dicen los que le conocieron que era franco y directo, trabajador, luchador. Un puro reflejo de la Naturaleza y tan auténtico como ella. El ‘amigo de los animales’ logró que una sociedad que vivía de espaldas a la Naturaleza se pusiera a luchar en su defensa.
Miles de jóvenes que crecieron viendo, escuchando y leyendo a Félix Rodríguez de la Fuente hoy son naturalistas, biólogos, conservacionistas… gracias al profundo calado de los mensajes que nos trasmitió durante toda su vida.
Cuando en la sociedad aún no se hablaba de educación ambiental, de contaminación o de biodiversidad, él ya lo hacía, y millones de españoles empezamos a preguntarnos qué significaban estos términos. Gracias a estos comienzos, hoy en día podemos decir que nuestra sociedad tiene en su ADN los criterios de respeto y cuidado de la Naturaleza. Esta es sin duda su gran aportación.
Antes de su prematura muerte, Rodríguez de la Fuente tenía en mente la realización de una intensa y gran campaña de educación ambiental, en la que los bosques tendrían todo el protagonismo y los niños serían los grandes destinatarios. Hoy en día estas acciones siguen teniendo cabida en todos los programas de educación ambiental que se realizan desde cualquier ámbito. Porque los niños son y serán el eje fundamental en el que basar el futuro de cualquier sociedad.
Sus 52 años de vida giraron alrededor de los animales y su entorno, la defensa a ultranza de la Naturaleza y el origen y destino de la humanidad. Tres valores intrínsecos que una vez más fueron la vanguardia de la sociedad.
Su periodo vital coincidió con las grandes transformaciones de la Naturaleza española, llegando incluso más allá, impulsando diferentes leyes conservacionistas que permitieron a nuestro país posicionarse como un claro referente europeo en materia de protección de la biodiversidad.
Castilla y León ha representado, en la historia de Félix, un arcano donde comenzó su vinculación con todo lo que él representó: sus primeros lobos procedían de la Sierra de la Culebra. Sacre, su primer halcón peregrino, apareció en las ruinas del Castillo de Fuensaldaña; o su azor, que tras un año de intensa búsqueda localizó en la burgalesa zona de Oña, cómo no, en una zona de pinares; o esos campamentos en Montejo de la Vega que se convirtieron en auténticas canteras de biólogos y naturalistas.
Su relación con los animales siempre fue especial, mágica. Si los halcones y los azores fueron su vida, el lobo pasó a ser un miembro más de su familia. Sibila y Remo fueron los dos primeros cánidos, procedentes de Zamora y a los que adoptó y metió en su hogar. Si sus primeros contactos con ellos fueron determinantes en su desarrollo como naturalista, más lo fue para la propia especie, que comenzó a desprenderse de etiquetas ancestrales que siempre le habían acompañado. Carlos Sanz, que actualmente es el responsable del manejo de las mandas del Centro del Lobo, tuvo una labor fundamental en este desarrollo.
Cuando hace muy pocos días se conmemoraba el 38 aniversario de su fallecimiento, me vinieron a la cabeza aquellos compases creados por Antón García Abril que se utilizaron como sintonía de ‘El Hombre y la Tierra’, programa que, cada viernes, lograba reunir frente al televisor a millones de españoles para ver y disfrutar su magia.
La memoria de Félix está viva y seguimos recogiendo los frutos de lo que él fue implantando en la sociedad.
Ahora que estamos celebrando el que hubiera sido su noventa cumpleaños, el Centro del Lobo acogerá un emotivo homenaje a su figura, que contará con la participación de muchas personas que tuvieron el privilegio de conocerle. Ese día, nos volveremos a sentir orgullosos de su persona y renovaremos nuestro compromiso inquebrantable con su legado. Como decía él, la Naturaleza siempre tiene la última palabra.