La primera gran crisis en el Ejecutivo regional. El consejero de Empleo y derivados, Germán Barrios, estalla y le planta al presidente Mañueco en la cara que se va. Que él tiene un brillante currículum como funcionario de alto nivel presidiendo el Consejo Económico y Social y hasta el Ecyl, y que no soporta más los palos en la rueda de la gente de Igea, el vicepresidente de todo un equipo que está aún a prueba en términos generales.
El que se fue consagró un gran pacto entre Junta, Cecale y sindicatos. Hay que reconocerlo. Sabía qué tenía entre manos y cómo actuar. Pero en su carnet de amante del PP chocaba la querencia mostrada por Ciudadanos para elevarlo a consejero. Tenía una lucha interna de servir a dos lobbies a la vez. Hasta se hablaba de su estado de salud como una fake news para cercenar su imagen, por otro lado muy gris y burocrática.
Pero eso es ya pasado. ¿Y a quién ha recurrido Mañueco para tapar el agujero de la barca? A Carlos Fernández Carriedo, consejero de Hacienda, Industria y Empleo. Con Carriedo pasa como con José Manuel Fernández Santiago. Ambos han pasado de jóvenes a hombres maduros a la sombra de líderes como Lucas o Herrera. Carriedo viene de la escuela de Isabel Carrasco como alto cargo en Economía y Hacienda. Luego ha sido consejero de casi todo, portavoz de Gobierno, presidente portavoz del Grupo Popular en las Cortes y repescado de nuevo para el poder Ejecutivo con Alfonso Fernández Mañueco. El palentino, hombre multiusos, tiene cartel y discurso. Se diría sin exageraciones que le han salido canas a la sombra de la vida política regional y hasta en la provincial de cuya patria chica controla la estructura orgánica del partido.
Fernández Carriedo es lo que el argot político se denomina un «fontanero» y mientras sea necesario seguirá asumiendo las consejerías y lo que haga falta. Lo importante es evidenciar que el Ejecutivo no está compactado como Igea ha querido mostrar esta semana en varias ocasiones.