Agosto, el de los calores, las siestas profundas y la fiesta continua transcurre lenta pero inexorablemente. La catarsis en el Partido Popular es una necesidad a gritos. Génova ha entrado a saco en la Ejecutiva provincial. El presidente, Martínez Majo, se ha mantenido en el puesto pero le han puesto mano derecha, izquierda y hasta piernas nuevas. No sé yo si lo más granado de la nueva Ejecutiva conocen la idiosincrasia de cada comarca, sus barones y peculiaridades. El juego de quién es quién para poder actuar con bisturí descontaminado y sarjar todo aquello que huela a rancio, a pasado caciquil y a arribistas de última hora, que también mucho de eso hay.
Entre los apartados por los hombres y mujeres de Génova, que ya les vale, destaca Ángel Calvo. El alcalde de Páramo del Sil tuvo bajo sus hombros la machada de montar las candidaturas, el organigrama interno provincial, la vicepresidencia del Bierzo de Diputación, trampas como Gersul, etc. Calvo fue en su día el candidato del PP berciano para el Consejo Comarcal, pero Isabel Carrasco, la ausente, le paró los pies a López Riesco y compañía poniendo al alcalde de Molina, Alfonso Arias quien a la larga no desempeñó el mencionado puesto nada mal.
Y si en el PP se lamen las heridas y el cambio generacional tiene que llegar también a juntas comarcales y locales, en el PSOE todo son alegrías porque se ha dado la vuelta a una situación política contraria. Tras la sorpresa de Igea, prosocialista que ha pactado con el PP de CyL, por imperativo legal -a la fuerza- y tras el generosísimo esfuerzo que ha hecho en la Junta el PP de Mañueco, el resto, a saber, Diputación y grandes municipios el socialismo es lo que impera. Sorprende, eso sí, lo de los sueldos de sus coaligados de turno, que de pasar a ser torquemadas para el centroderecha a angelitos con nómina municipal en muchos, muchísimos consistorios.
No quisiera finalizar este pequeño análisis sin hacernos eco de un alcalde de esos eternos aferrados a su sillón. Cambió de siglas y perdió las elecciones. Increíble. El hombre cuentan que se atrincheró en su despacho y no dejaba el sillón ni por las buenas, ni por las menos buenas. Al final, la Guardia Civil y la mujer del ya no alcalde de una pequeña localidad berciana, desalojaron al político del edificio. ¿Qué tendrá la política?