Buscando agua subterránea de modo científico

El agua bajo el suelo se halla en condiciones diferentes a las de la superficie

 

Suele decirse que lo prometido es deuda y yo así lo creo. Pues bien en uno de mis artículos anteriores (publicado en esta misma sección el 12-5-2.016), dije que en un próximo artículo explicaría porque no existen esas hipotéticas corrientes de agua subterránea (“venas de agua”) que creen detectar los zahoríes y porqué sin embargo, estos aparentemente aciertan. En primer lugar debo señalar que lo que voy a explicar mas que mi opinión, es la de los innumerables centros de enseñanza repartidos por todo el mundo desarrollado que se dedican a mostrar como se acumula, se distribuye y se puede captar el agua almacenada en el subsuelo. De modo resumido cabe señalar lo siguiente: los conocimientos científicos muestran que el agua subterránea se distribuye en el subsuelo en zonas muy amplias ocupando los poros y fisuras del terreno. Por norma general no forma ni venas, ni ríos, ni arroyos, ni nada parecido en el subsuelo, muy al contrario de lo que si ocurre en superficie.

Dicho esto paso a ampliar la explicación dada. La hidrogeología es una rama mas de las llamadas ciencias de La Tierra o si se quiere ciencias naturales, como se decía hace algunos años. Yo estudié durante dos cursos hidrogeología y aunque al terminar la carrera me centré en otros asuntos, poco a poco fui dándome cuenta de que aun en nuestros días son muchas las personas e incluso las autoridades que sin tener para nada en cuenta los conocimientos racionales y científicos acumulados por la Humanidad desde al menos el siglo XVIII, si no antes, buscan  agua bajo el suelo siguiendo unos métodos totalmente ilógicos. Otra cuestión es claro está, que aún de ese modo aparentemente se consigan resultados que incluso a ciertos técnicos (despistados) les pueden convencer. El agua en el subsuelo abunda en cantidades y situaciones muy superiores a las que puede parecer y por ello un pozo o sondeo realizado totalmente al azar puede dar resultados aceptables. Esta es la razón esencial  por la que siguiendo métodos nada científicos, se puede “acertar”. Por este motivo hay que reconocer que quienes buscan agua subterránea siguiendo métodos no científicos, actúan de buena fe y están convencidos de que tienen ciertos poderes o facultades para detectar agua subterránea.

agua subterránea

Entre los muchos apuntes que he recopilado al respecto tengo una nota de prensa de hace 11 años en la que un concejal de cierto pueblo de Castellón decía que “realizar una perforación supone un gasto muy elevado para un Ayuntamiento modesto” y concluía que por tanto “no es para equivocarse”. Efectivamente todo es correcto salvo que lo que este concejal proponía, según la información periodística, es que para no equivocarse, lo acertado es ¡¡solicitar los servicios de un zahorí¡¡. Pues yo parodiando al Sr. Mariano Rajoy digo que “hasta aquí hemos llegado”, y paso a explicar como se busca el agua de modo científico. Es una tarea ardua, casi imposible, exponerlo en un artículo como este; pero lo intentaré.

En primer lugar hay que tener en cuenta que el agua subterránea es un recurso renovable y que año tras año tenemos épocas en las que esta se acumula en el subsuelo en notable cantidad y otras en las que no. Esta es una primera cuestión que hemos de tener presente. Un pozo realizado al azar tiene mas o menos probabilidades matemáticas de resultar productivo, en función de la época del año. Otro punto que hemos de tener en cuenta es la climatología del lugar. Al decir esto me refiero a que hemos de conocer datos numéricos concretos sobre las cantidades de lluvia o nieve que año tras año caen en la zona de estudio. Pero con esto no basta. Hay que saber que parte de toda esa precipitación es la que finalmente sirve para alimentar los volúmenes o las cantidades de agua que quedan retenidas en el subsuelo. Donde yo estoy ahora escribiendo esto y en una primera aproximación podríamos hablar de 750 litros por metro cuadrado al año, de los cuales 120 son los que efectivamente sirven para alimentar, año tras año las reservas subterráneas. El resto se pierde por otros caminos.

Pero hay muchos mas datos que necesitamos saber para “sacar algo en limpio”. Hay que conocer el terreno en profundidad, para determinar si este es apto o no para almacenar agua en su interior. Esto nos lleva a estudiar el concepto de porosidad, una característica del subsuelo que lógicamente hay que conocer de modo matemático. Necesitamos saber el porcentaje del volumen total de un terreno que está hueco y que es apto para almacenar en sus diminutos poros y fisuras agua y que además permite que esa agua se pueda extraer. Una arcilla a menudo tiene una porosidad inferior al 5%. Un terreno muy arenoso puede llegar al 28%.

Esto implica que debemos tener conocimientos geológicos del terreno que hay bajo el suelo, lo cual a priori no es sencillo, máxime si consideramos que siempre, siempre, se trata de datos numérico concretos, cuanto mas exactos mejor. Además de la porosidad hay otros aspectos que hemos de considerar como por ejemplo, la permeabilidad y la transmisividad (siempre expresados con números);todo lo cual supone la realización de un estudio hidrogeológico del terreno.

Ni que decir tiene que esto es complejo y por tanto costoso; motivo por el cual a veces es mejor no hacer ningún tipo de estudio y probar suerte. Ya he dicho que el agua y sobre todo en ciertas épocas abunda en el subsuelo en mucha mayor medida de lo que pudiese parecer. Insisto en que una diferencia  fundamental entre el agua subterránea y la que vemos en superficie (ríos y arroyos), es que mientras esta aparece concentrada en determinados cauces, la subterránea suele estar dispersa en amplias zonas y en unas condiciones de movilidad despreciable respecto a como lo hace el agua de la superficie. Aquí está la cuestión quizá mas importante, que explica porque aún actuando sin criterio científico alguno, hay muchas posibilidades de hallar agua bajo el suelo. El agua en general está ocupando diminutos poros  y fisuras en zonas de terreno muy amplias y moviéndose muy poco. El evidente movimiento que observamos al hacer un pozo o sondeo es justamente el provocado por la apertura en el terreno de ese hueco. Se trata pues de corrientes de agua que antes de hacer el pozo o sondeo no existían y que cesarán una vez finalice la extracción del agua.

Si no se quiere o no se considera que merece la pena realizar un estudio hidrogeológico hay unas normas muy básicas y elementales que tener en cuanta. Por ejemplo la posibilidad de hallar agua cerca de la superficie es siempre mucho mayor en los valles que en lo alto de los montes. En terrenos arenosos o con muchas fisuras es siempre mas fácil hallar agua que en los arcillosos (barro). Hoy en día se dispone de mapas geológicos de toda España y por tanto un análisis muy simple de estos ya nos puede dar alguna pista útil y por último si no hay la mas mínima razón para hacer un pozo o un sondeo en un punto u otro lo único que cabe es utilizar el sentido común. Hagámoslo en el punto que esté mas próximo a aquel en el que se precise el agua; así nos ahorraremos (si hay suerte) el coste del transporte de la misma.

En cualquier caso hemos de tener en cuenta que vivimos en una época en la que disponemos de un caudal de información muy accesible. Es muy fácil acceder al contenido de cualquier librito sencillo de hidrogeología, en el que podamos conocer unas ideas muy básicas sobre el agua subterránea. Los mapas geológicos (escala 1:50.000 por ejemplo) de toda España, deben estar disponibles a través de la Red y un análisis de los mismos ya nos aporta información para no ir totalmente a ciegas. También hay en la Red abundante información sobre el agua subterránea. El dibujo que acompaña a este texto está tomado justamente de la Red, (U.S. Geological Survey).Lo que no es lógico es proceder como si aún viviésemos en plena Edad Media; apoyándonos en creencias que desde una perspectiva científica no tienen credibilidad alguna.

 

Bembibre, 1 de julio de 2.016

Rogelio Meléndez Tercero

 

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