De los viejos manuales de la ciencia política la parte más escorada a la izquierda de nuestra paleta de colores ideológicos ha extraído el concepto de la asamblea como instrumento principal para cualquier toma de decisión y en cualquier nivel. Lo mismo es para determinar el color de una plaza que han decidido redecorar con imágenes y elementos de su subcultura urbana, como para cambiar de compañero al lado del líder porque ya no se entienden o tuvo la osadía de pensar distinto.
El falso progresismo guarda, bajo ese mantra, un igualitarismo que roza el más elemental sistema dictatorial. Con la excusa de tratar a todos por igual como semejantes que somos los seres humanos, elimina todo derecho, toda pluralidad, incluso toda posible discrepancia. El bueno y el malo se convierten en el que se opone y en el que asiente. ¿Para qué emprender? ¿Para qué esforzarse? Todo vendrá dado por el gran líder y su camarilla asamblearia.
Empiezan por los barrios, las asociaciones de vecinos, los colectivos más sensibilizados ante una sociedad excesivamente mercantilizada, hedonista y deshumanizada. Ahí está su primer caldo de cultivo. Las clases de música se vuelven talleres de interpretación musical…Todo son talleres, charlas, coloquios y conferencias. El sistema es tan viejo como el mundo. Un testigo de algo narra al grupo una vivencia. El grupo es movido por la sensibilidad y sale dispuesto a deshacer injusticias y entuertos.