Asamblearios

De los viejos manuales de la ciencia política la parte más escorada a la izquierda de nuestra paleta de colores ideológicos ha extraído el concepto de la asamblea como instrumento principal para cualquier toma de decisión y en cualquier nivel. Lo mismo es para determinar el color de una plaza que han decidido redecorar con imágenes y elementos de su subcultura urbana, como para cambiar de compañero al lado del líder porque ya no se entienden o tuvo la osadía de pensar distinto.

El falso progresismo guarda, bajo ese mantra, un igualitarismo que roza el más elemental sistema dictatorial. Con la excusa de tratar a todos por igual como semejantes que somos los seres humanos, elimina todo derecho, toda pluralidad, incluso toda posible discrepancia. El bueno y el malo se convierten en el que se opone y en el que asiente. ¿Para qué emprender? ¿Para qué esforzarse? Todo vendrá dado por el gran líder y su camarilla asamblearia.

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Empiezan por los barrios, las asociaciones de vecinos, los colectivos más sensibilizados ante una sociedad excesivamente mercantilizada, hedonista y deshumanizada. Ahí está su primer caldo de cultivo. Las clases de música se vuelven talleres de interpretación musical…Todo son talleres, charlas, coloquios y conferencias. El sistema es tan viejo como el mundo. Un testigo de algo narra al grupo una vivencia. El grupo es movido por la sensibilidad y sale dispuesto a deshacer injusticias y entuertos.

 Pero se obtienen actas de concejales, de diputados, senadores y hasta caen en sus manos alcaldías importantes. Se entra en el juego. Hay que gobernar. El buen representante público sabe que, a pesar de quién le elige, tiene que tomar decisiones para todos. Los asamblearios van dejando ese sistema para las depuraciones «por arriba». Se confía solo en amigos y parientes. El tráfico de influencias se produce y el fenómeno político y social amplía su poder. Ahí estamos.
En ABC
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