Hace muchos, muchísimos años, un par de adolescentes astorganos paseaban por la Muralla, tomaban café esperando más tarde sus destinos laborales y sobre todo, anteponían sus ideales a la ciudad que les vio nacer: todo por Astorga. En tantos paseos y tertulias figuraba la recuperación de la Muralla, les parecía una verguenza esa destrucción y ocupación visual que se realizaba a cada año, a cada obra, a cada tramo. La colaboración en eventos culturales, sociales y hasta políticos en ocasiones, sólo era una forma de reflejar la juventud inquieta y preocupada por el bien de su localidad y de sus habitantes.
Pasaron muchos años, y desde sus trabajos, colaboraban en varias de las empresas o asociaciones de la Benemérita. Hijos agradecidos a la madre. Y de repente, la casualidad hizo que ambos coincidieran de nuevo en responsabilidades diferentes. Era el momento de poner en práctica todo lo soñado, repito: todo por Astorga. Y la madre se volvió madrastra, y los compañeros y amigos mostraron sus verdaderos rostros. Prácticamente solos, con unos insensatos que les seguían, tiraron hacia delante.
La falta de justicia, la traición de los que se mostraban amigos (falsos e insensatos después), el sistema en definitiva. Hizo que uno de ellos tuviera que abandonar su cargo público. Educado hasta la saciedad, generoso con los de su alrededor, cumplidor en las promesas si dependían de él y hasta confiado con sus enemigos porque la palabra dada…ya sabemos lo que significa para los verdaderos maragatos y astorganos. Maltratado y vilipendiado hasta la saciedad, incluso metiéndo borrones y manchones de falsas noticias y leyendas…Pero el deber para con la ciudadanía era de cuatro años. Y contra viento y marea se llegó a la meta. El proyecto, el viejo sueño de una Astorga mejor quedó comenzado y a al albur de quien lo suceda en la Casona. Todo honestidad, espartano en sus formas…
La verdad, cuando resplandezca, será tarde. Un hombre bueno y valioso habrá como Santo Toribio y como Gaudí marchado de Astorga.
Esta ciudad que es la mía, aunque no resida habitualmente en ella, hay demasiada envidia, gente que habla más de lo que conoce y que triturar cualquier cosa antes de ver lo que realmente vale, así pues en el caso que nos ocupa diré como D. Pedro y no por la ciudad si no por aquellos que no respetan ni la presunción de inocencia.
aquí a lo que sospecho
no adorna el vestido el pecho
que el pecho adorna al vestido