Ha finalizado la Semana Santa 2015 en nuestra ciudad, unas semanas en las que gentes de aquí y de allí han llenado nuestras calles llegados desde infinidad de lugares y que ya sea por lazos familiares, de amistad o simplemente por turismo han decidido pasar unos días en nuestra ciudad disfrutando de nuestra preciosa Semana Santa y de su ambiente. Un ambiente que este año sí, ha contado con un factor importante a su favor, el sol. Incluso podríamos destacar que esta brillante estrella ha sido uno de los mas voluntariosos cofrades de la semana santa, pues ha permitido que todos los demás hayamos podido disfrutar de sacar nuestros pasos por la ciudad frente al gentío que abarrotaba cada calle y cada plaza dentro de los diferentes recorridos planificados. Algunos incluso hacían memoria para recordar la última vez que se había podido procesionar sin la premura y la incertidumbre de un cielo encapotado.
La Semana Santa cuenta con muchos momentos destacables, pero permítanme que me centre en ese momento en el que cada uno acude a su cofradía para arrimar el hombro entre amigos, vecinos y compañeros. Un instante en el que no conocer al de al lado, lejos de despertar recelo, no es excusa para no ponerle la mano en el hombro y compaginar el paso al son de las bandas de cada procesión. Momentos en el que todos pasamos a ser iguales, no solo entre nosotros, sino para todos aquellos que con cierta inquietud e interés se fijan en los ojos de cada uno de los cofrades intentando descifrar alguna mirada conocida bajo el verdugo o capirote de cada uno de los cofrades. Todo ello conforma un momento que permite que “el yo” pase a un tercer o cuarto plano. Desde el momento en el que el verdugo tapa la cara de cada cofrade solo existe un objetivo para todos los que ya están arrimando el hombro, pujar con la mayor de las fuerzas para que ninguno de los cofrades que van a nuestro alrededor sufran ni más ni menos que uno mismo. Un momento que permite demostrar que cuando todos arrimamos el hombro, el paso, por mucho que pese, se lleva con alegría, que no sin esfuerzo, por nuestra ciudad.
Una vez finalizado este periodo un símil me viene a la cabeza en este año lleno de elecciones a múltiples instituciones. De entre ellas hay una que destaca con enorme claridad frente a las demás, la administración local, un “paso” no demasiado pesado, si lo comparamos con otros, y en el que si se unen cofrades voluntariosos y con ganas de arrimar el hombro puede llevarse ligero y ágil hacia su destino final. Una administración donde nunca debe primar el que puja sino el paso pujado, Astorga. Esperemos que cada una de las “cofradías” que desfilarán por nuestra ciudad durante el mes de Mayo hayan pensado no solo en los adornos de la figura, recorrido… sino en que cada uno de los que pujan estén capacitados y dispuestos para arrimar el hombro. No sería la primera vez que, en mitad de una procesión, uno o dos cofrades abandonan a sus compañeros ya que el esfuerzo necesario para pujar no era el esperado o comentado anteriormente, siendo todos perjudicados y provocando un perjuicio al conjunto de cofrades y más concretamente en la buena marcha del “paso”.
Espero y deseo que esta vez el paso de la administración local sea llevado firmemente hacia su destino final y que aquellos que han decidido sumarse a cada “cofradía”, para arrimar el hombro, estén preparados para hacerlo y aguanten las exigencias del recorrido.