Caso Arandina y redes sociales

La sentencia contra los tres jóvenes jugadores de la Arandina ha copado parte de estos días de «congas» en las Cortes y «la llamada» de Pedro el Grande. Cosas de presidentes. El papel de las redes sociales y su influencia en la opinión pública es un asunto digno de constante estudio, como novedosas son las formas y canales que a cada poco se ponen a disposición del gran público por parte de compañías de telecomunicaciones informáticas.

Disparatada, abusiva y de falso ejemplo podemos calificar los 38 años de condena a los tres jóvenes descerebrados por haber realizado un acto a todas luces delictivo con una menor de edad. Por el contrario, si usted mata a un hombre por llevar tirantes con la bandera de España es casi un héroe y la vida ajena se le hará pagar con tan solo cinco años de condena. Somos así. O esos menas de Bilbao que, siendo magrebíes, cosa que no debería importar ni para bien ni para mal, al día siguiente salieron de «chirona» y a esperar juicio tan ricamente. Y la ciudadanía se queja, se encabrona con perdón, y suelta en las redes sociales todo lo que llevan dentro.

Y el asunto se distorsiona y lleva a la utilización de grabaciones privadas de una menor para aumentar el ruido y arrimar unos lectores más, unos megustas más al perfil de turno. El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento y cuando el agitador de masas se ve acorralado dispara contra la prensa: siempre los periodistas son los malos.

 

Pues precisamente en los periodistas está la solución. Las redes sociales no son medios de comunicación periodística, no son periódicos ni diarios porque no existen detrás de su mayoría unos gestores profesionales, titulados con unos conocimientos mínimos de leyes, ética y deontología que separen al profesional del buscavidas.

En ABC

Print Friendly, PDF & Email