Rogelio Blanco Martínez /
“Las Martínez”, hijas de Dionisio Martínez Omaña, natural de San Feliz de las Lavanderas, y de Purificación Blas Pérez, de Escurado, nacieron en esta localidad cepedana al amparo de sus padres y la tutela del tío Marcelo. Padres y tío desbordaron atenciones y afectos a la vez que exigieron responsabilidades, las propias de la época para todo miembro de familia que desde
temprana edad se le exigía esfuerzo en todas las tareas agropecuarias y familiares a fin de sacar adelante el hogar en tiempos de necesidad.
Del matrimonio Martínez-Blas nacieron seis hijas y un hijo (Dionisio, prontamente fallecido): Araceli, María Teresa, Amelia, Ángeles, Luzdivina y Herena. Solo viven la mayor y la menor, Araceli y Herena. De todas ellas Araceli es la única que siempre ha permanecido en la aldea, Escuredo, y precisamente este 7 de agosto de 2021, cumple cien años. ¡¡Felicidades querida
tía!! Por todo cuanto representas, por tu ejemplo. Desgranas una biografía desarrollada y anclada en una aldea cepedana que cubre dos tercios del siglo pasado y uno del presente –y de momento. Tiempo suficiente para respirar del drama causado por dos guerras mundiales y una incivil hispana, varias dictaduras insanas, una república fallida y una esperanzadora democracia; al tiempo, la alegría del nacimiento de tus hijos: Mary, Ulpiano, Geli, Blas y Nori y el drama por el pronto fallecimiento de Mary, una ausencia que con dolor aún reclamas. Hijos compartidos con Ulpiano García, tu marido ya ido.
En este marco familiar y en el entorno de una aldea pequeña y durante décadas aislada, desde la morada que sin renuncia habitas –verdadero balcón sito en el paraje “Los Campares”, desde el que se divisa gran parte de La Cepeda y Ribera del Órbigo- das cuentan con plena claridad, entre tareas agrícolas y ganaderas –recientemente abandonadas- más los quehaceres del hogar –aún diariamente pendiente de ellos y atendidos- de cuanto sucede a tu alrededor. No solo estás al tanto de los asuntos propios y familiares más allá de los próximos, del quehacer de tus hijos, siete nietos y cinco biznietos, también del resto de la familia y de los escasos moradores permanentes en Escuredo. Conversar con nuestra centenaria es una lección que solo otorgan quienes escuchan, reflexionan y bajo vivaz mirada dan cuenta y recogen cuanto sucede. Estos contenidos los macera y los expone con la fuerza de quien dispone de todos los sentidos biológicos en plenitud más de mucho sentido común, el que otorga la experiencia acumulada, la vida vivida al amparo del Coto Grandiel.
“¡Estoy muy bien, veo, oigo, como y duermo, solo que estas rodillas….a veces…!”. Única queja que alguna vez deja caer alguien que, con cien años de vida, es plenamente autónoma a todos los efectos y solamente se acompaña de un bastón cuando se aleja del hogar de doble planta y habita en ambas. Sube y baja, cocina y atiende las tareas a la vez que, sus hijos, la visitan diariamente, a sabiendas de que “se defiende sola perfectamente”, confían en su destreza, fortaleza y autonomía.
Es “La tía Araceli”, fuente de sabiduría, capaz de mantener conversaciones interminables en las que se reciben lecciones etnográficas a cerca de labores y costumbres perdidas, de útiles en desuso, de gentes lugareñas idas o ausentes; es memoria viva, riqueza aquietada de la España rural que lentamente se vacía; es “una Martínez”. Mujer verdadera y crecida bajo el manto
mañanero de fríos orvallos y policromados ocasos. Y estas razones justifican que el pueblo de Escurado más la colaboración del Ayuntamiento, Quintana del Castillo, le otorgue un merecido homenaje, acompañada de sus paisanos y sobretodo de sus hijos y familia. ¡¡Feliz y centenario cumpleaños!!