Juicio por el crimen de Isabel Carrasco

Amistades peligrosas

Triana, la hija de Monserrat, la asesina confesa de Isabel Carrasco, y la agente de la policía local de León, Raquel Gago, acusada de complicidad en el asesinato, eran muy amigas, de absoluta confianza, casi íntimas

Triana, la hija de Monserrat, la asesina confesa de Isabel Carrasco, y la agente de la policía local de León, Raquel Gago, acusada de complicidad en el asesinato, eran muy amigas, de absoluta confianza, casi íntimas, de llamarse a cualquier hora del día durante todos los días del año como hacen las amigas de verdad; pero, sorprendentemente, no se contaban lo más interesante de sus vidas, como que cada una de ellas tenía una pareja desde hace años. ¿Qué amigas de verdad no se cuentan lo más importante de sus vidas?

Quedaban para casi todo, tomar café o té, ir de compras, al cine, tomar vinos, lo que significa estar mucho tiempo juntas. La pregunta es obvia ¿de qué hablaban durante tanto tiempo? Que amiga de verdad no se desahoga y le cuenta a la otra que ha sufrido un acoso sexual por parte de una autoridad, en este caso de “la Carrasco”. Una amistad fuerte, de años, no se puede sustentar sólo hablando de trapos, vinos y de banalidades. Es imposible. Es necesario  crear un clima de confianza, confidencialidad e intimidad. Así es la amistad.

Hoy, en el interrogatorio al que fueron sometidas tanto Triana Martínez como Raquel Gago en la segunda sesión del juicio por el asesinato de Isabel Carrasco se intentó poner de manifiesto que las dos eran amigas pero no tanto, que se ocultaban muchos secretos y que, en el fondo, nunca tuvieron una confianza total, a pesar de que Raquel entraba en la casa de Triana como si fuese la suya propia y viceversa.

De los dos testimonios de la sesión de hoy hay que destacar la salida a la luz de las auténticas personalidades de las acusadas. Ni Triana ni Raquel eran las jóvenes tímidas, introvertidas, calladas, nerviosas, dependientes y casi pazguatas que se nos ha querido vender en los últimos meses. Al revés, son mujeres modernas, de su tiempo, profesionales eficaces, bien preparadas, con aplomo y seguridad, con altas dosis de autoestima, que saben argumentar, independientes y muy  activas.

La esfinge se convirtió en una agresiva contrincante

Ayer, la esfinge Raquel se convirtió en una agresiva y decidida contrincante hasta del propio fiscal, con el que se encaró en alguna ocasión. Se nota que desde febrero va a terapia en Madrid con una psicóloga. Su comportamiento hierático del primer día se revela hoy como una pose calculada de autodefensa.  Hoy ha entrado al ataque con sus contundentes respuestas ante las preguntas del fiscal y de los abogados de la acusación popular y particular. Sin nervios y un calculado derrumbamiento, con lloro incluido, en un momento dado. Una estrategia para enternecer al Jurado y ganar credibilidad en su testimonio.

Tres cuartos de lo mismo hay que decir de Triana, muy clara y consecuente en sus contestaciones, sin amedrentarse ante el fiscal. Sin nervios, ni dudas. Mirando a la cara al desafiante fiscal. Sin lloros ni muestras de debilidad o dudas. Muy entera y decidida.

El Jurado debe tener en cuenta que en sus declaraciones las acusadas tienen el derecho de mentir para defenderse. Nadie se lo puede reprochar. Mentir es una estrategia más de defensa. Les va en ello su vida. ¿Cuánto han mentido Triana y Raquel en sus declaraciones?. Es la pregunta del millón. Y para adivinarlo y separar el polvo de la paja, el Jurado cuenta con un mes por delante de testimonios claves, de los que sí están obligados a jurar o prometer decir la verdad y nada más que la verdad, para discernir lo que es verdad y lo que es mentira. Ardua tarea para unos voluntarios ciudadanos de a pie.

Triana lo ha tenido hoy muy claro en su declaración: Intentó disuadir a su madre para que no siguiera adelante con su obsesión de matar a Isabel Carrasco, no hubo un plan premeditado para consumar el asesinato, odiaba a Carrasco pero no tanto como para matarla, es verdad que Carrasco le hizo la vida imposible con persecuciones sistemáticas desde la propia Diputación, a través de Hacienda y vetando posibles empleos que le ofrecieron por parte de empresarios e instituciones conocidas. Pero la clave de todo este nudo gordiano está en si es verdad o no que Isabel Carrasco en su propia casa intentó presionarla para que mantuviese relaciones sexuales con ella. Triana dice que “la Carrasco” la entró en el sofá de su casa, que la besó por sorpresa, que la agarró y que le pidió que se acostase con ella. Y ahí cambio todo. Ese fue el punto de inflexión. Triana la rechazó y pasó de llevarse bien a todos los niveles a ser objeto de una continua persecución, que acabó con su vida laboral y con una enorme y peligrosa depresión y un notable desgaste físico. Unos hechos que jamás se podrán demostrar porque la otra afectada, Carrasco, no se olvide, es la víctima. Y está muerta.

Para Triana, su participación en el día del asesinato fue debido a meras casualidades y coincidencias. Ella nunca estuvo al tanto de los planes de su madre y su posible encubrimiento, sobre todo del bolso con la pistola, lo hizo por creer que el arma era una de las reglamentarias de su padre, el comisario de Astorga. Y, por encima de todo, debía proteger a su padre, aunque sólo fuera porque era el que pagaba todas las facturas de su buena vida.

Raquel argumentó una línea de defensa similar: No sabía nada de los planes para matar a Carrasco y las llamadas y encuentros en el día del asesinato entre ella y Triana fueron sólo debidos a las relaciones de unas buenas amigas. Ah, al final eran amigas de verdad. Ella nunca fue consciente de que Triana metió el bolso con el arma del crimen en su coche y que si no lo entregó antes a la policía fue porque no sabía que estaba en su coche y sólo lo denunció cuando lo encontró por casualidad. Unas horas antes, una amiga se había sentado en el lugar donde apareció el bolso y no  notó su presencia. Un gran enigma y que puede complicar la vida a Raquel.

“Montaje policial”

Las dos sostienen la mala práctica de los ya dos famosos policías que llegaron de Burgos y que intervinieron en las primeras declaraciones de Triana y Monserrat y en la detención de Raquel. Triana ha llegado de acusar a esos policías de “montaje policial” al asegurar que le propusieron sacarla de la comisaría para amañar el hallazgo de la pistola del crimen en una alcantarilla a cambio de cierta impunidad y comprensión, alegando que ellos eran unos mandados del jefe policial de Valladolid, muy amigo de su padre, el comisario de Astorga.

Raquel declaró algo parecido sobre estos policías de Burgos, quienes acudieron en la noche del día 14 de mayo a su casa, una vez que ya había aparecido la pistola en su bolso dentro de su coche, la interrogaron y le ofrecieron comprensión y ayuda. Ese día, Raquel salió en  libertad y fue a trabajar al día siguiente.

Por todo ello, el Jurado debe prestar mucha atención a la declaración de estos enigmáticos policías de Burgos, qué papel jugaron y si forzaron algunos procedimientos básicos policiales habituales en estos casos.

Raquel puede ser la que mejor parada salga de las tres acusadas, entre otras razones porque aún queda por definir cuál pudo ser el motivo que la habría llevado a participar en un plan tan bien orquestado y de tanta repercusión como el asesinato de una persona tan poderosa como Isabel Carrasco. ¿Sólo la amistad con Triana? ¿Puede ser la amistad un motivo sólido cuando tanto Raquel  como Triana confiesan ahora que eran amigas relativas y que no se confesaban sus verdaderos sentimientos, anhelos, preocupaciones y amores, como hacen las amigas de verdad?

Raquel tenía la vida resuelta: un empleo estable, un amor oculto, pero duradero desde hacía 16 años, una familia cercana, piso, coche, amigos, vacaciones, independencia y perspectivas de futuro. El Jurado necesitará un motivo más sólido que la pura amistad para condenar a Raquel.

Claro, que, no se debe olvidar, que a lo mejor todo lo que declararon ayer tanto Triana como Raquel es mentira. A ellas son a las únicas a las que la Ley les permite en este caso mentir para defenderse.

De ahí la necesidad de que el fiscal afine un poco más en  sus argumentos y en los próximos días exponga testigos y auténticas pruebas que impliquen tanto a Triana como a Raquel. Lo de Monserrat es más fácil y será la que, a este paso, cargue con toda la culpa. Ella asesinó a Carrasco y es incuestionable. Ella misma lo ha confesado y no se arrepiente de ello. Era ella o su hija. Y mató a Carrasco.

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