Alma de barro

-(A Ignacio, el francés -)

María no para de mirar por la ventana.

Como un halcón inmóvil vigila todos los movimientos de los nuevos vecinos.

Un hombre con barba , delgado , entra y sale de la casa de enfrente portando maletas y trastos desde el automóvil con matrícula francesa.

Aquel vehículo francés llegó desde Paris, junto con el hombre de barba y cabello largo  que en vez de chaquetón, lleva puesto un poncho de rayas con unas cerras descolocadas en las puntas.

Maria coge la escoba y se asoma a la calle , y barriendo el polvo de la ventana, se acerca sigilosa al señor .

Él ,con sonrisa amable, se dirige a Maria saludando y ella contesta educada ,Buenos días señor !!,que le trae por estos pueblos tan lejanos, parece que no le saco el parecido de algún familiar de por aquí .

Ignacio, el francés, contó a María qué era de Paris , que su profesión de artista del barro y la Magia de la Somoza habían conducido sus inquietudes hasta allí , que apreciaba la nobleza y la humildad de sus habitantes tan carente en las grandes ciudades.

Aquel muchacho de barba , pronto construyó su casa , y el horno que no cuece el pan si no el barro , aquellos platos y botijos con trompa de elefante , los vasos pintados, e infinitas piezas extrañas que lleva a las ferias para vender.

El impacto que supuso para los artesanos de la comarca mediar con ese arte extravagante, supuso también para muchos de ellos , un nuevo modelo desconocido. Aquellas piezas artísticas, además de adornar , tenían la misma función artesana , y aunque no fue fácil encajar el nuevo concepto, Ignacio, rápidamente conquistó el corazón de todos.

A menudo, los niños , corríamos hasta su casa para ver aquel estanque con patos que había instalado en el patio, a menudo nos sentaba en su regazo ,frente al torno ,y con sus manos sobre las nuestras modelaba aquellos botijos como elefantes, mientras hacía girar con el pie aquella rueda al son de la magia.

Años después, Ignacio llega a nuestra casa para  despedirse , aquel retorno a Paris duraría poco tiempo, volvería en primavera.

No volvió , ni llegó a Paris , Ignacio murió en el accidente.

Queda el recuerdo imborrable, queda su casa cerrada , quedan los sueños, queda la guitarra sobre la mesa , y aquella melodía por los rincones dormidos esperándole , y quedan las cenizas del horno apagado y una pequeña brasa seguirá horneando lentamente su alma de barro.

Isasy Cadierno 

Print Friendly, PDF & Email