Agosto 2016

A los españoles no nos hace falta mucho para salir a la calle y entregarnos al ocio y a la diversión. Lo llevamos en nuestra cultura mediterránea incluso los del norte. El verano además invita todavía en mayor medida a ello. Existen dos fechas por antonomasia que van inconfundiblemente con el estío. Son citas de gran calado simbólico. Me estoy refiriendo a la Noche de San Juan, al solsticio de la verdadera entrada del verano y al 15 de agosto, fiesta de todas las fiestas y de medio santoral. Toda España es este fin de semana un día de celebración. Pero, ¿cómo está España? ¿en qué punto nos encontramos desde que lo habíamos dejado, por decirlo de algún modo, desde final del curso o temporada?

La sociedad en general se ha perdido en el tema político a casi todos los niveles. Habló por segunda vez a través de las urnas y dejó claro que, a pesar de muchos pesares, quería que Rajoy y el PP llevase las riendas. Algo que no parecen haber escuchado el resto de dirigentes de otras formaciones pues nos encontramos en el punto muerto que nos llevó a todos a unos segundos comicios. Nada o casi nada ha cambiado. El hastío es tal que, por ejemplo, las noticias de calado político ya no son interesantes e importantes para la opinión pública por mucho que la opinión publicada nos esforcemos en llenar espacio y tiempo en ello.

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Las consecuencias de esta actitud obstruccionista. Legítima pero amoral por egoísta por otra parte. No las sabe nadie. Pero nada bueno se augura. La madre historia nos enseña que a tiempos turbulentos, de desgobierno, de división y de crisis, le sobrevienen oportunidades para los aprovechados del descontento; el radicalismo en el pensar y en el hacer en todos los órdenes de la vida, la pública todavía más.

Si algo hemos avanzado tras la triste contienda fraticida de nuestros abuelos y el paso por 40 años de España administrada como un gran cuartel, fue precisamente el espíritu del consenso, la renuncia a principios propios elementales en pos de un acuerdo final con el de enfrente. Eso, a todas luces, se ha perdido. Este periodista de provincias no sabe si la culpa es de los cuatro dirigentes máximos de las respectivas formaciones políticas, esto es, una cuestión de personalismos; o si hay toda una clase política que afianza con denuedo las bases de esa especie de trincheras estáticas en el Congreso y el Senado. Cierto y sintomático es que, por poner un sencillo ejemplo, el senador del PP berciano, Rodríguez Hevia, ofreció su firma y escaño para que el PNV tuviera grupo en la Cámara Alta y por ello fue criticado él y su partido. Pero para algunos de nosotros lo interpretamos como maniobras claras, síntomas de que en el Partido Popular se estaba buscando una alianza, favores, negociación para una futura investidura de consenso con Rajoy al frente. Lo que ha sido hasta ahora lógico en España, que la formación más votada gobierne o lo intente.

Hay que desenmascarar a quien está torpedeando la convivencia en el Parlamento. Al que dice “no” a todo y se cierra en banda. Y si llegan unas vergonzosas terceras elecciones darle de gorrazos con el rechazo de votos en grado mayúsculo. Así al menos lo entiende este periodista. Habrá otra opiniones, y como opiniones libres distintas deben también respetarse.

A nivel regional tan solo se puede añadir que existe una corriente de opinión cada vez más ruidosa que basa su discurso en el cambio generacional en la Junta de Castilla y León con una posible salida de Juan Vicente Herrera a un hipotético ministerio o cargo de alto nivel nacional. Un poco más de lo mismo. Pero lo único que tenemos claro es que parece ser que esta vez sí es la última legislatura del burgalés al frente de las nueve provincias.

Mientras tanto, esperamos con ilusión las Fiestas de Astorga, sin “agresiones políticas”.

 

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