¿A dónde vas, Ciudadanos?

De la constitución de ayuntamientos en toda España sobresale el contradictorio comportamiento de Ciudadanos. Y el remate se produjo ayer cuando el líder nacional, Ribera, anunció que rompía toda relación política con su amigo Manuel Vals, el político francés liberal que desembarcó en Cataluña con el buen propósito unamuniano de europeizar Cataluña  e intentar erradicar la semilla independentista mediante la sensatez, el diálogo, la altura de miras y la mano izquierda. Pues no. Ha triunfado el discurso de la cada vez más radical y desconocida Arrimadas, convertida en una especie de contemporánea agustinadearagón antigabacha.  Ay, dios mío.

En poco más de un año, Ciudadanos ha pasado de ser socialdemócrata, a centrista y, finalmente, a derechista, que compite con el espacio no sólo del PP sino también de VOX. El electorado tiene que estar un poco mareado. Aquí pactan con el PP, socio preferente, pero allí lo hacen con el PSOE de Page. En Palencia consiguen la Alcaldía con una mínima representación y en Albacete, por ejemplo, se reparten con el PSOE a turnos, dos años para cada uno. En Burgos, VOX se niega a hacer alcalde a uno de Ciudadanos y en Madrid, Ciudadanos veta a VOX en el reparto de concejalías. La pregunta es obvia ¿han venido a regenerar la vida política o a coger cacho, como diría en una desafortunada intervención pública la radical Arrimadas?

Al bueno de Francisco Igea nadie le arrienda ya las ganancias en Castilla y León. El corazón le pide ligar con el PSOE, pero la razón le exige que lo haga con el PP. Vaya lío. Y antes de hablar de programa, programa y programa ya se han repartido las futuras consejerías: 5 para ti y cuatro para mí; para ti la Presidencia y para mí la Vicepresidencia. O comienzan a dar explicaciones o esto se parece mucho a un juego de trileros y de truhanes.

Los que diseñan la estrategia de Ciudadanos en Madrid han optado por la teoría de que la consolidación del partido pasa por ocupar parcelas de poder en ayuntamientos, diputaciones, comunidades y hasta en el Gobierno central si les dejan. Gobernar aunque sea cayendo en contradicciones. Gobernar y exportar un estilo propio. Gobernar y hacerse visibles ante los ciudadanos. Ocupar parcelas de poder y extender la maquinaria del partido por todo el país. Crear cuadros, dirigentes con experiencia, engrasar la maquinaria del partido, ganar en implantación geográfica, ser referencia en muchos lugares, sobre todo en áreas urbanas y semiurbanas. Y para eso hace falta asaltar el poder, en sentido democrático, entrar en el reparto de las subvenciones a los partidos políticos. Hay que financiar el crecimiento y el pulmón. Hay que crecer, crecer y crecer y, a ser posible, desde arriba, desde el poder. ¿Qué hay que poner una vela al diablo y a otra  dios?, pues se hace.

El cálculo de Ribera es llegar a presidente del Gobierno en ocho años, aunque si lo consigue en cuatro, mejor. Y la única manera para conseguirlo es convertirse en el partido líder del centro derecha. A costa del PP, partido que Ribera considera que está en descomposición debido a las consecuencias de los cientos casos de corrupción que le asolan, muchos de los cuales aún deben ser juzgados por los tribunales. Y cada condena, que vendrán, piensa Ribera, Ciudadanos gana votantes a costa del PP. Crecer como mancha de aceite con la pinza en la nariz. Porque el ambiente apesta, pero todo sea por cumplir los objetivos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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