Hacia la oclocracia

El pasado mes de enero ha dado, en términos socioeconómicos, los primeros síntomas del peligro que supone la situación de provisionalidad general. Sin hacer mayores referencias a la política nacional, lo cierto es que en los diversos niveles institucionales hasta llegar al más humilde de los pueblos de nuestra Comunidad la zozobra provocada por la incertidumbre está adueñándose de la ciudadanía y contagia a la miedosa economía.

En Castilla y León no estamos inmunes a esta moda política. Nacida de las inteligentes cátedras de profesores reconvertidos en agitadores sociales y telepredicadores, su demagocia ha calado hasta extremos inusitados en dos sectores de población especialmente, a saber, la gente más joven e influenciable y los eternos resentidos guerracivilistas.

No nos engañan. Se intenta instaurar en cada ayuntamiento, en la Junta y en el propio Gobierno nacional una oclocracia. Aristóteles, que sabía más que este periodista, ya advertía que es una de las formas en que puede degenerar la democracia. Las decisiones políticas en manos de una voluntad amorfa, amalgama deforme, viciada, confusa, irracional, por lo que carece de capacidad de autogobierno y no conserva los requisitos necesarios para considerarse pueblo.
El pueblo no es la muchedumbre, decía Spinoza. Pero ya lo advirtieron y estudiaron personajes como Pericles, Shakespeare, Lope de Vega, Ortega y Gasset o Tocqueville. Si nos fijamos en lugares donde los oclócratas gobiernan: Venezuela, Grecia…Veremos que el poder se mantiene de forma corrupta buscando legitimidad en la mentira y por medio de la acción demagógica. Los sentimientos de abanderar a los pobres, querer a un país frente a otro falso agresor y hostigador, la arenga, la manifestación…Es el mesianismo comunista de siempre el que se nos ha colado en los televisores, las redes sociales y hasta en las propias administraciones públicas. Están ya aquí y sabemos que la libertad, los derechos y la paz social corren peligro.

Para ABC