Los numerosos estudios anticipando la agenda de los próximos meses y los análisis de tendencias aparecidos con el cambio de año se pueden clasificar en dos grupos. Los que pronostican tantas novedades que dibujan un escenario lleno de incógnitas. Incertidumbre. Y los que predicen más problemas, ampliando el catálogo de desgracias que ya ha traído el nuevo siglo.
Año de transición… ¿a qué?
En 2023 se ensayarán app de pago y todo en uno, para realizar las actividades más usuales desde una sola aplicación. Las plataformas de streaming se parecerán más a las televisiones (publicidad) y viceversa. Inteligencia artificial por todos lados. No se sabe qué será del Metaverso, pero no parece que haya muchos interesados en saberlo. Más certeza hay de que continuará la guerra en Ucrania y por lo tanto las dudas sobre la inflación y la economía.
Esto enlaza con los del otro grupo, los pesimistas. Encabezados por el cenizo de Roubini, el analista que predijo la crisis de 2008. Saca libro (Megamenazas) con nuevas catástrofes: estanflación, otra crisis de deuda, guerra fría entre Estados Unidos y China, desequilibrios demográficos… Y todo porque los políticos toman decisiones para el corto plazo, lo que les interesa, y no resuelven problemas de largo recorrido. Aquí llegamos a lo nuestro.
Dos campañas electorales en paralelo… sin encontrarse
Ya quedó dicho (ver Antes de que se enciendan las luces) que Pedro Sánchez ventiló los asuntos más espinosos en medio de las luces de Navidad para dejar este año electoral disponible para repartir ayudas, subsidios y derechos. Otra cosa es que lo consiga. Espera contar con la colaboración de esta nueva sociedad que solo logra concentrarse nueve segundos en cada cosa antes de pasar a la siguiente, dada la continua renovación de mensajes recibidos en el móvil y las otras pantallas (La civilización de la memoria de pez, Bruno Patino). Por si acaso los candidatos socialistas harán campaña hablando de su pueblo y alejados del Gobierno. A pesar de que Sánchez también está en campaña para lo suyo, elecciones generales a final de año. Dos campañas en paralelo sin querer encontrarse.
Castilla y León: protagonista de la campaña… sin tener elecciones
Feijóo intenta modelar su campaña rodeándose de gente guapa y moderada. Hay que atraer a todos los que están en la zona templada huyendo de Ciudadanos y del mismo PSOE. Más de un millón de votos. Habrá que ver si el jefe electoral del PP, Elías Bendodo, opta por una campaña nacional contra Sánchez o la regionaliza dando protagonismo a los programas y candidatos locales. Lo de Vox lo dejan por imposible, aunque se encontrarán con la misma pregunta todo el año: ¿gobernarán con Abascal? Hasta que llegue lo supuestamente inevitable nadie en el PP querrá saber nada de lo sucedido en Castilla y León: coalición PP-Vox, ¡vade retro! Más todavía con esperpentos como la votación por despiste a favor de las enmiendas de la oposición en los presupuestos de la comunidad o el protocolo antiaborto vendido por el vicepresidente García-Gallardo (Vox). Por cierto, ¿él y el presidente de la comunidad, Fernández Mañueco (PP), se hablan? Si alguna vez coinciden deberían acordar no darle hecha la campaña a la izquierda. Claro que Vox necesita enredar. Y no hay nada más peligroso que un político con cargo y sin competencias.
Cuidado con meter la pata
Despistes es lo que menos van a tolerar los jefes de campaña, aunque van a ser la salsa de unas campañas tan largas y con tantos candidatos jugándose el puesto. Madrid será el escaparate, sobre todo por la estrella imprevisible que es Isabel Díaz Ayuso. El PSOE se juega 10 comunidades donde gobierna en coalición. Y 22 alcaldías de capitales de provincia. Tal como queden las cosas en mayo se dibujará lo que pueda pasar en diciembre, dando por hecho que el presidente del Gobierno no adelantará las generales. Aunque previsible y Sánchez son conceptos incompatibles. Falta por saber qué harán los grupos que están –o intentan seguir– a su izquierda. Es la gran incógnita, puede modificar totalmente el reparto de escaños y por lo tanto las mayorías. La otra es hasta donde enredará un Ciudadanos residual.
Lo que sí parece seguro es que los políticos que nos piden contribuir a rebajar el peligro de cambio climático van a contribuir con ganas al calentamiento global. Que no nos pase nada.
Ángel M. Alonso Jarrín
@AngelM_ALONSO