2017

Hoy podría describirles a ustedes cómo se siente el periodista cuando comienza la jornada y recibe la noticia del fatal desenlace de una compañera de profesión y amiga de tan solo 43 años. También podría narrar en tono intimista el porqué tomo la primera semana del año siempre de vacaciones y lo que disfruto con mi hijo, tras su bachiller norteamericano y las muchas conversaciones de contrastes y anécdotas entre nuestros dos países.

Finalmente, me puede la costumbre, o quizás la inquietud del que trabaja en lo que ama, se implica en lo que emprende y cree en lo que dice y hace. Me estoy refiriendo, claro está, en Castilla y León y su entorno político.

Por aquellas cosas de la casualidad, la semana pasada visualicé un debate, digamos, de fin de año, entre los portavoces de nuestras Cortes regionales. Parecía la recepción de una oficina de consumidores y usuarios donde todos se quejaban y demonizaban a la Junta, al Partido Popular y a su presidente Herrera. Tan solo Vitorio, el portavoz de centro derecha, entre tanto aullido lastimero, ponía un poco de sensatez y positivismo al asunto. Pensé que si un paisano de Alpedrete, localidad de Madrid para quien no lo sepa, estuviese viendo ese programa pensaría que en Castilla y León estaban locos de remate si sucedía todo ese drama y se seguía votando al PP para seguir cociendo en las calderas del infierno lentamente a todos sus habitantes. Algo no funciona en este sistema electoral que nos hemos proporcionado. No puede ser, y vamos camino de ello, que en las Cortes regionales el espectáculo del Congreso de Diputados pueda algún día repetirse con la fragmentación de la representación política. Que todo el que quiera se presente. Sí. Pero hay que establecer segundas vueltas porque sus señorías van a lo que van, dejando el interés general en un segundísimo plano.

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