20 años de un gran fracaso

El próximo Día de Todos los Santos se cumplirán 20 años del primer intento de fusión entre las entonces poderosas y saneadas cajas de ahorro España y Duero. El presidente de la Junta de entonces, Juan José Lucas, fue el anfitrión de una comida de trabajo en un restaurante céntrico y famoso de Valladolid con los presidentes de ambas cajas, Battaner y Manzano. El presidente de Duero aportaba a esa comida un extenso borrador sobre la fusión, efectos y calendarios.  El presidente de Caja España, auditor de prestigio, no había encontrado grandes salvedades. Lucas, entusiasmado, dio el visto bueno. Brindaron a los postres y ambos presidentes se levantaron de la mesa para acudir al despacho de la entonces consejera de Economía, Isabel carrasco. Cada presidente realizó el corto desplazamiento en su coche oficial. El primero en llegar fue Battaner y el primero en recibir una dura reprimenda y la promesa de que esa fusión solo se haría por encima del cadáver de la consejera. Luego le tocaría el turno a Manzano. Ninguno de los dos presidentes tuvo oportunidad de explicar con detalle a la consejera el proyecto de fusión. El primero en abandonar el despacho fue Battaner, cabizbajo y con mirada perdida. “No hay nada que hacer” musitó a la única persona que esperaba en el antedespacho y que había oído los gritos y voces de la titular de la Consejería.

Así se frustró un intento serio y documentado de la fusión de las dos grandes cajas de ahorro de Castilla y León, años antes de que estallara la burbuja inmobiliaria y también antes de que ambas entidades financieras se lanzaran como locas a una expansión por toda España que luego se desveló suicida. Cuando en 2008 se retomó el proyecto de fusión ya era demasiado tarde. La crisis financiera y la burbuja del ladrillo habían dejado heridas de muerte a ambas cajas de ahorro, cuyos despojos se los quedó a precio de saldo el banco andaluz Unicaja, que en todos estos años se ha esforzado en borrar de la memoria colectiva la herencia de las antiguas cajas.

Si aquella fusión se hubiera llevado a cabo en tiempo y forma en aquel ya lejano año 2000, quizá la historia financiera de Castilla y León hubiera sido otra y quizá la caja resultante hubiera absorbido al más pequeño banco malagueño, asfixiado entonces por su escaso tamaño y corto recorrido.

Aquel fracaso es una prueba más de la catastrófica injerencia política en la administración de las cajas de ahorro, causa última de su bancarrota y desaparición. Con aquel fracaso se perdió la oportunidad de crear un auténtico pulmón financiero, pegado al terreno, que en esta crisis de 2020 hubiera sido tan necesario.

Hoy, Caja Rural de León, Zamora, Valladolid y Orense trata de ocupar parte del terreno abandonado por la desaparición de las grandes ajas de ahorro. Es una tarea ardua, dado el pequeño tamaño de esta cooperativa de crédito, pero sus esfuerzos son encomiables. Ahí está, por ejemplo, su compromiso con la sociedad zamorana al frente de la agencia Zamora 10 para rehabilitar el campamento militar de Monte La Reina, relanzar la industria agroalimentaria del queso o exigir la autovía entre Zamora y Portugal, infraestructura clave, por cierto, para la provincia leonesa, tal y como ayer lo reconocían los socialistas de ambas provincias.

Dado su carácter reivindicativo y su apuesta por la tierra, sorprende que nadie de la Mesa por el futuro de León se haya puesto aún en contacto con Caja Rural para involucrarla en el proceso de reconstrucción de la economía leonesa. Y eso que hace meses, su director general, Cipriano García, se mostraba dispuesto a colaborar. No está esta tierra sobrada de oportunidades como para desechar este tipo de aportaciones.

 

 

 

 

Print Friendly, PDF & Email